Febrero 2008

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Por Dr. Enrique Garza Escalante

 
 

MENSAJE ESPECIAL

¡Venga tu Reino!

"Servid constantemente al Señor.
Que la esperanza os tenga alegres;
estad firmes en la tribulación,
sed asiduos en la oración" (Rm 12, 11-12).

El P. Marcial Maciel Degollado L.C., fundador de la congregación Legionarios de Cristo, murió a los 87 años.

El padre Maciel manifestó al padre Alvaro Corcuera, director general de la Congregación de los Legionarios de Cristo y del Movimiento Regnum Christi, el deseo que sus funerales se llevaran a cabo en un clima de oración, en forma simple y privada.

Agregó que los Legionarios de Cristo y los miembros del Movimiento Regnum Christi comunican con dolor "la pérdida de su amado fundador que fue instrumento de Dios en el dar inicio a esta obra al servicio de la Iglesia y de la sociedad".

El comunicado agregó que, a su fallecimiento, el religioso deja en herencia la Congregación y el movimiento con presencia en cerca de 40 países del mundo.


Carta del Director

Por Dr. Enrique Garza Escalante

Estimados Lectores,

Muy apreciados lectores, las diferentes ramas de la Ingeniería entregan especialistas capaces de resolver problemas muy diversos. Las ramas de la Ingeniería trabajan fundamentalmente con problemas determinísticos; es decir, con fenómenos en que buscamos entender la interacción de un número de variables, y una vez conseguido esto, podemos predecir, con cierto nivel de confianza, lo que va a ocurrir.

Al comprender el fenómeno podremos actuar con o sobre él para controlarlo o emplearlo en nuestro beneficio. Sin embargo, el mundo de la interacción humana con fines de utilidad económica, es poco predecible, el comportamiento de compradores/negociadores/tomadores de decisión suele estar plagado de actitudes paradójicas.

Es por ello, que la Ingeniería Industrial evolucionó para incorporar fenómenos en que la incertidumbre está presente, pero apuntalada siempre en el pensamiento estructurado, capacidad de análisis y de síntesis, características de la Ingeniería.

A partir de esa incursión de la Ingeniería en el quehacer organizacional de dirección y gestión, se han incorporado algunas materias clave que, sin descuidar la preparación técnica de excelencia, permiten a los estudiantes de todas las ramas de la Ingeniería, tener contacto con la complejidad inherente a la actividad empresarial, en la cuál estarán inmersos.

Cualquier comentario, favor de hacerlo llegar a egarza@anahuac.mx

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Liderazgo Anáhuac

 

El Dr. David Aarón Nieto, catedrático de Química Analítica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Anáhuac, recibió el nombramiento como Investigador Nivel 1, por parte del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). El Dr. Nieto ha publicado artículos en revistas con arbitraje y es experto en tratamiento de aguas industriales; ha contribuido con el CONACYT en el proyecto: Estudio químico-biológico de algunas especies de plantas mexicanas y síntesis de compuestos orgánicos polifuncionales; y como catedrático, mediante el contacto directo con los alumnos de Ingeniería Química, fomenta el desarrollo de la inquietud por la investigación. Es Doctor en Ciencias por el Instituto Politécnico Nacional y Maestro en Química Orgánica por la UNAM.
 

El Mtro. Francisco Islas Vázquez del Mercado, académico de la Facultad de Economía, representó a su Facultad con la ponencia “Normatividad en el desarrollo de proyectos” en el Congreso Nacional de Ingeniería Civil, que se llevó a cabo en la Ciudad de México. Cabe destacar que el Mtro. Islas es miembro consejero de la Facultad, así como egresado de la generación ‘77 de la carrera de Ingeniería Civil. 
 



La Dra. María Elena Sánchez, coordinadora del Área de Mecatrónica y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, convocó a la Primera Competencia Minirrally Anáhuac. Este concurso invita a alumnos de preparatorias a participar los viernes, durante 4 horas semanales, en un taller mecánico dentro de los laboratorios de la Facultad de Ingeniería para elaborar un coche eléctrico que compita en la explanada del campus. A dichos talleres se inscribieron 41 alumnos.

 

Como parte de la nueva estrategia de la Facultad de Ingeniería, la cual desde 2005 cuenta con el reconocimiento como Academia Regional CISCO, los alumnos de Tecnologías de Información: Enrique Navarro Hernández, Humberto Vázquez de Gyves, Juan Carlos Larios Arreola, Ana José Morales Castañón, Elliot Pérez Enciso, Federico Stransky Saad y Javier Monroy Rivera fueron certificados por CISCO.

 

 

 

Personal docente y administrativo y el Director de la Facultad de Ingeniería, Dr. Enrique Garza Escalante, convocaron a toda la comunidad de alumnos, egresados y amigos a participar en la Ceremonia Luctuosa, presidida por el P. Álvaro Corcuera, director de la Legión de Cristo, que tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad Anáhuac, el pasado miércoles 6 de febrero, con motivo del fallecimiento del Padre Fundador Marcial Maciel, L.C., ocurrido el 31 de enero. La Facultad de Ingeniería reconoce el liderazgo académico internacional de nuestro Fundador por crear escuelas y universidades en 40 países, a la vez que manifiesta sus condolencias a todos los sacerdotes de la orden de la Legión de Cristo, familiares y miembros del Regnum Christi.

 

La Mtra. Adriana Hernández (Maestría en Humanidades, gen. ‘07) coordinadora administrativa del CADIT, asistió al seminario Las Vanguardias como Encrucijada: Literatura, Pensamiento y Política, el cual fue dictado por la Dra. María del Carmen Rodríguez Martín, docente de la Universidad de Buenos Aires. El seminario comparó las vanguardias europeas con el ultraísmo argentino, además de explicar la importancia de Macedonio Fernández como escritor y filósofo, quien marcó la pauta a miembros de la literatura del Río de la Plata, donde destacaron escritores como Jorge Luis Borges.

 

 

 

Con el compromiso de elevar la rentabilidad de las empresas mexicanas a través de planeación estratégica efectiva en materia de logística, se elaboró un proyecto que se divide en 2 fases: La primera meta consiste en crear la eficiencia carretera en rutas logísticas de cualquier punto de la República Mexicana a cualquier destino. Dicha fase se desarrolla con el liderazgo del Dr. Enrique Garza, director de la Facultad de Ingeniería, y la Mtra. Margarita Castro, Coordinadora de Ingeniería Industrial, quienes coordinan a  dos alumnos del CADIT —Sergio Morales y Edwin Chávez—, con la finalidad de elaborar una herramienta tecnológica de software libre que permita calcular en la segunda fase del proyecto la ruta más corta en tiempo y costo, así como elaborar una estrategia de transporte que combine distintos tipos de medios de transporte.

 

El Centro de Alta Dirección en Ingeniería y Tecnología, en coordinación con el Instituto de Investigaciones Eléctricas (IIE), el MIT y la CFE, prepara el coloquio El reto de la energía en las economías emergentes: en busca de una solución sustentable, conjunto de conferencias relacionadas con el desarrollo sustentable y las diversas fuentes energéticas que abastecen al país. Asistirán ponentes del IIE, CINVESTAV, CFE, CONAE y PRONATURA.

 

 

 

El Ingeniero en Cibernética y Sistemas Computacionales Alejandro Tapia Islas (Especialidad en Gestión Informática, gen. ‘05) es subdirector de Marketing Analítico y Minería de Datos de Banco Santander, División Medios de Pago en Tarjetas de Crédito. Entre sus actividades se encuentra generar inteligencia analítica para la toma de decisiones en las Direcciones de Facturación y Cartera del banco. Egresó en 2007 de la Maestría en Tecnologías de la Información y cursó el Diplomado en Minería de Datos, que ofrece el CADIT en convenio con Statistical Analisis Software (SAS), el cual cuenta con reconocimiento internacional. 

 

La Mtra. Isis Castillo Guerra (Mtría. en Ingeniería Industrial, gen. ’98), coordinadora de la Especialidad en Manufactura y Logística del CADIT y alumna del Doctorado en Ingeniería Industrial, coordinó el programa Punto y Seguido, que invita a alumnos de preparatorias a la Facultad de Ingeniería.

 

El Ing. Ramón Álvarez Rodríguez (Maestría en Logística de la Cadena de Suministros, gen. ‘07) labora como Planner Scheduler, en Shell- Total- Mitsui and Co., empresas de Terminal de LNG, en Altamira, Tamaulipas. El Mtro. Álvarez planea y calendariza los requerimientos de gas demandados por los clientes, así como las estimaciones de demanda a futuro del producto y verifica las ventanas de arribo de buques; además elabora el certificado de calidad de descarga del barco y que se cumpla la norma NOM-001-SECRE-2003. Por otro lado, formó parte del programa de la maestría que se realizó en convenio entre el IEST y el CADIT, de 2005 a 2007.  Trabajó anteriormente en Mitsubishi Heavy Industries, en United Barcote Systems de América y en BASF Mexicana como jefe de almacén técnico y de proyectos.

 

 

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Por Dr. Gabriel Velasco

Envía tu solución o comentarios a la dirección del Dr. Gabriel Velasco Sotomayor: gvelasco@anahuac.mx con la leyenda de asunto "respuesta al reto intelectual"


Reto al Intelecto

La egresada Leticia Avila Valle (Ingeniería Industrial gen ´81) mandó este acertijo matemático para la sección de " Reto al intelecto".
 
Acertijo Matemático, resuelvan este problema:
 
ejemplo: 
 
2       2      2  =  6
 
2  +   2  +  2  =  6
 
ahora ustedes.
 
1   1   1  =6
 
3   3   3  =6
 
4   4  4   =6
 
5   5   5   =6
 
6   6   6   =6
 
7   7   7   =6
 
8   8   8   =6
 
9   9   9   =6
 
RESPUESTA:
(1 + 1 + 1) ! = 6
 
3 * 3 - 3 = 6
 
RAIZ CUADRADA DE 4 + RAIZ CUADRADA DE 4 + RAIZ CUADRADA DE 4 = 6
 
5 / 5 + 5 = 6
 
6 * 6 / 6 = 6
 
7 - ( 7 / 7 ) = 6
 
RAIZ CUBICA DE 8 + RAIZ CUBICA DE 8 + RAIZ CUBICA DE 8 = 6
 
RAIZ CUADRADA DE 9  *  RAIZ CUADRADA DE 9  - RAIZ CUADRADA DE 9 = 6
 
En algunos casos puede haber mas de una respuesta
 


Envíen sus propuestas de solución a cualquiera de los buzones gvelasco@anahuac.mx o bien gabo.velasco@hotmail.com

 

 

 

 

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Por Mtro. Jerry Reider

El tamaño del Universo:

Una reflexión sobre los números MUY grandes.

El Universo donde vivimos es inconmensurable a un grado tal que resulta casi imposible vislumbrarlo.  Así, aún cuando los científicos y astrónomos emplean medidas tales como la unidad astronómica[AU] el año-luz[AL], el pársec[PSC] o las potencias de diez para dimensionarlo, la falta de una referencia realista contra la cual contrastar estas cifras impide lograr una noción concreta en cuanto a su significado.  Esta falta de visión ha llevado a muchas personas a hacer predicciones alegres y descuidadas sobre cosas tales como los viajes interestelares y la posibilidad de que podamos trasladarnos a través del Cosmos, como si estuviéramos viviendo dentro de una especie de aventura al estilo Star Wars.

De lo anterior se infiere que una forma útil para poder visualizar mejor el tamaño de nuestro Universo sería poder expresar sus dimensiones en términos de aquellas cosas que conocemos y tenemos más a la mano por ser parte de nuestra vida cotidiana.  En otras palabras, lo que se busca es “reducir” el universo para convertirlo en algo manejable.

Imagine que fuera posible reducir el tamaño del Universo a una escala cien mil millones de veces más pequeño (¸ 100,000’000,000, o sea ¸1011)[BLN].  Así las cosas tendríamos que:

  • Nuestro Sol, con un diámetro de 1’392,000 kilómetros, sería ahora con una canica pequeña con aproximadamente 1.4 centímetros de diámetro.
  • A una distancia de 1.5 metros del Sol encontraríamos un granito de arena de tan sólo 0.13 milímetros; la Tierra donde por ahora vivimos seis mil millones de seres humanos y todo el complemento de flora y fauna que nos acompaña.
  • Siendo Plutón el planeta más alejado del Sol en nuestro Sistema Solar, a 5,915 millones de kilómetros, ahora se ubicaría a 59.15 metros de distancia; ligeramente menos que el largo de cualquiera de los edificios de aulas en nuestro campus que miden 66 metros.
  • La estrella conocida como Alfa Centauri es en realidad un sistema triple.  La componente “C” de este sistema es una enana roja denominada Próxima Centauri y que se encuentra a 4.3 años-luz de nosotros (o, bien a 40.681 billones de kilómetros).  Haciendo las conversiones de unidades y la reducción de escala resultaría que ahora esta estrella sería otra esferita con diámetro menor a un centímetro y a....
    ¡406.81 kilómetros de distancia!; más o menos lo mismo que de aquí a la Ciudad de San Luis Potosí.
  • Para llegar a la segunda estrella más cercana, conocida como Sirio (Alfa Canis Minoris), habría que viajar algo así como de aquí a Monterrey dentro de nuestra versión a escala.

Pero en este “universo reducido” no todo es gratuito porque, para ese mismo factor de escala la luz, capaz de dar siete y media vueltas en torno a nuestra Tierra en tan sólo un segundo, ahora se movería más despacio que una tortuga; ¡vamos! más lento que una pequeña hormiga porque recorrería tres milímetros en un segundo.  Obviamente poder viajar a la velocidad de la luz no es una solución, independientemente de lo que nos digan ciertos conferencistas.  Esto habrá de resultar todavía más chocante con lo presentado a continuación.

No todo termina aquí.  En la escala cósmica el llegar a la estrella más cercana significa apenas haber asomado la nariz hacia fuera de la puerta; ni siquiera se ha dado el primer paso.  Para entender esto basta comparar estos 4.3 años –luz contra el diámetro de la Vía Láctea, galaxia en la cual reside nuestro Sistema Solar y que se ha estimado en alrededor de cien mil años-luz (equivalente a casi diez millones de kilómetros para nuestro modelo a escala, o veinticinco veces la distancia a la Luna en la realidad).  Como podrá verse, ya nos estamos volviendo a perder en medio de los numerotes; hace falta aún otra reducción de escala.

Suponga, pues, que efectuamos nuevamente la operación de reducir al Universo entre un factor igual al utilizado anteriormente.  Al llegar a este punto ya llevamos una cuenta de ¸1022 (o para quienes gustan de complicarse la existencia ¸10,000’000,000’000,000’000,000).  Por tanto, la escena sería más o menos como sigue:

  • Nuestro Sol sería una esferilla con un tamaño ligeramente superior al de un núcleo atómico.
  • Nuestra Tierra sería una partícula del tamaño de un neutrón y se ubicaría a una distancia aproximadamente igual a un tercio del radio de un átomo ordinario.
  • El Sistema Solar sería quizá del tamaño de una molécula simple.
  • La estrella Próxima Centauri ahora estaría posicionada a una distancia tal que cabría una bacteria común entre ella y nuestro Sol.
  • La Vía Láctea sería un conglomerado con aproximadamente 400 mil millones de estrellas ocupando un espacio de aproximadamente 10 centímetros de diámetro.
  • La gran Nebulosa de Andrómeda (catalogada como M-31) es en realidad otra galaxia igual a la nuestra, con otras 400 mil millones de estrellas, planetas y demás agregados, que se encuentra a 2’250,000 años-luz.  Ahora, con esta reducción ¸1022 sería otro arreglo de 10 centímetros de diámetro, distante a un poco más de dos metros de nosotros.  Y se han observado millones de galaxias más, perdidas en los confines del espacio hasta donde se alcanza a penetrar con los instrumentos más sofisticados.
  • El llamado “Grupo Local”, familia de galaxias a la que pertenece nuestra Vía Láctea, y que ocupa un volumen de aproximadamente 40 millones de años-luz si se le mide de un lado al otro en línea recta, ahora seria de un tamaño parecido al Edificio de la Biblioteca de nuestro campus, con sus nueve pisos y más de dos mil metros cuadrados de planta.
  • El límite detectable del Universo, estimado por los científicos como distante a trece mil millones de años-luz, ahora estaría a un poco más de doce kilómetros.  ¿Se imagina cuántos neutrones (planetas como nuestra Tierra) podrían caber dentro de una esfera que mida 12.3 kilómetros de radio?

Mejor no le seguimos porque nos vamos a perder de nuevo, pero esta vez en forma definitiva.

Sobra espacio, ¿verdad?



[AU]:       Distancia promedio entre la Tierra y el Sol.  Equivale a 1.4959787 ´ 1011 metros, es decir 149’597,870 kilómetros.

[AL]:       Distancia recorrida a la velocidad de la luz en el vacío durante un lapso de un año juliano
 (365.250 días = 8,766 horas).  Equivale a 9.46073
´ 1015 metros, es decir 9.46073 billones de kilómetros.

[PSC]:      Del inglés parallax second (paralaje segundo); la distancia desde la cual el semidiámetro de la órbita terrestre (definido como una unidad astronómica) subtiende un tamaño angular aparente de un segundo de arco.  Equivale a 206,264.8 unidades astronómicas = 3.085678 ´ 1016 metros = 3.261564 años-luz.

[BLN]:     Para nuestros propósitos consideraremos que 106 = un millón; 109 = mil millones y 1012 = un billón.


 

 

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Por Dr. Maurice Levy

HUMOR 

Luis está en la mesa de operaciones, previo a ser operado por su propio hijo, el cirujano.

Luis dice: Hijo, hazlo sin ningún tipo de presión, con tranquilidad, y todo saldrá bien. Piensa únicamente en que si algo me pasa a mí..., tu madre se irá a vivir contigo.


Viaje al Aconcagua
Por Dr. Alexander Reshetkov

Aconcagua. No recuerdo cuándo exactamente (tal vez hace dos-tres años) y en qué circunstancias escuché esta palabra por primera vez. Ahora esto me parece muy extraño e imposible, pero en aquel entonces yo realmente estaba preocupado de cómo no olvidar este nombre, y por eso, después de repetirlo en la mente varias veces, para mayor seguridad, apunté en mi bloc de notas: Aconcagua. Llegando en la noche a la casa seguía pensando: “Que nombre tan extraño y melodioso”. Yo sabía que era una montaña, nada más. En mi mente sólo se revelaba una imagen borrosa, confusa e inestable de algo grande que se encontraba en América del Sur, una imagen capturada quizás en la secundaria en las clases de geografía. “Qué significaría Aconcagua? Algo relacionado con agua, o con gong?” (después resultó que ni el agua, ni mucho menos el gong, estaban cerca). Terminé el día con una decisión firme: mañana mismo resolver el enigma de “Aconcagua”. 

Al siguiente día, en la biblioteca de nuestra universidad se llevó a cabo una reunión con la participación de una docena de diccionarios. He aquí una pequeña observación sociológica: todos los diccionarios se dividieron en dos grupos. En un grupo – los diccionarios respetables, con mucha experiencia, poco verbosos y nada agitados. Algunos de éstos tenían una larga barba canosa. En otro – la generación joven, con las portadas brillantes con un olor fuerte de pintura tipográfica fresca, activos, inquietos, algo prepotentes.

Ya el primer punto del orden de la reunión (altura de Aconcagua) reveló diferencias entre diccionarios:

– La altura del Aconcagua es de 7093 m, – empezó el primero, uno de los canosos.

– No. 6970 m, – lo interrumpió otro, del mismo grupo.

– No. 7093 m, – se defendía el primero.

Empezó una barahúnda. Se escucharon gritos: “6959 m!”, “6970 m!”, “7130 m!”. El fin a las discusiones lo puso uno de los jóvenes, pero competentes:

            – Al Aconcagua se le atribuyeron 7130 m de elevación, y luego 7035 m y 6959 m, quedando esta última como definitiva.

(Silencio. Un acuerdo forzado. Cejas fruncidas. Miradas desconfiadas).

– Su cima es la más elevada del continente americano, del hemisferio sur y del hemisferio occidental, – seguía joven, pero competente.

(El acuerdo común. Caras radiantes. Gritos: “Correcto!”, “Así es!”, “Bien!”. Amor y Paz!).

            Yo me sentía satisfecho y agitado. El numero mágico 7000 inquietó mi imaginación. Qué importa que le falten 41 metros! 7000 m! Es un edificio de 2700 pisos! Son 47 000 escalones! Es el sueño de un alpinista promedio! Este fue el momento cuando por primera vez a mi cabeza la visitó la idea que después durante años, diario (!) me acompañaba.

            - Es una montaña demasiado alta. Casi no hay oxígeno para respirar. Extremo frío. Mal de la montaña. Grietas y avalanchas. Mochila pesada. 47 000 escalones?! Escalones! Ja-ja-ja! Ni sueñas tener algo parecido a los escalones, – me disuadían unánimemente los diccionarios, el sentido común y el sentido de autoprotección. En vano. Mi decisión sólo se fortalecía.

            Sin embargo, regresamos al orden de la reunión. El siguiente punto – localización. Aquí el criterio fue único: Argentina, Andes argentinos, provincia Mendoza, cerca de la frontera con Chile. Algunos diccionarios lucían con la información exacta de la localización de la cima: 32º 39' S, 70º O. Otros con información aún mas exacta: 32º 39' S, 70º 01' O. De nuevo empezó la discusión acalorada, pero yo escuchaba con poca atención. En efecto, un minuto (01') corresponde a una distancia sobre la superficie de La Tierra igual a 1852 m y no hace mucha diferencia.

Cuando el debate se calmó, yo anuncié el último punto: primera ascensión. Se llamaron varios nombres: Mattias (o Matthias), Zurbriggen (o H. Zurbriggen, o Zürbriggen), M. Vines, Martín Conway, Güssfeldt. Al parecer, la palma y los laureles los gana Zurbriggen. Que así sea!

Hay que decir que para mí quedó bastante neblina en este último punto, pero bueno.  Para los amantes de la verdad histórica puedo recomendar el libro “The First Ascent of Aconcagua and Tupungato in Argentina” (Londres, 1899) escrito por el jefe de la primer expedición exitosa al Aconcagua Edward A. Fitzgerald (o FitzGerald, o Fitzgeraldt).

            Terminamos la reunión. A todos muchas gracias por participar.

Las búsquedas posteriores en Internet no cambiaron significativamente el cuadro informativo formado. En vez de 6959 m, en Internet está paseando el número 6962 m y varios otros. Decido no hacer caso a estos números caleidoscópicos. 6959 m y punto. (Adelantándome, quiero decir que en Argentina se maneja el número 6962 m como dato oficial. Éste fue el resultado de la medición reciente realizada en 2007.) También encontré varias versiones del origen de la palabra “Aconcagua”. La variante que me gustó más traduce Aconcagua como El Centinela de Piedra. Mucho gusto, Centinela de Piedra, yo me llamo Alexander, espero algún día conocerte personalmente, de cerca y desde arriba. Si me permites...

 

Pasó el tiempo. Días, semanas, meses. Mi Idea, como un grano de trigo en la tierra fértil, estaba viva, se desarrollaba, se hinchaba, se llenaba de jugo. Como el germen de manera insegura, pero perseverante se estira hacia arriba, busca la libertad, calor y el aire, igual mi Idea buscaba la salida. Y la encontró.

– ¿Cuándo? – solo preguntó mi esposa Blanca después de escucharme atentamente.

       Dichosas sean las esposas de alpinistas! ¿Quién podría imaginar qué significa y cómo se siente esperar a su esposo que se fue a la montaña? ¿Quién, si no ellas, experimentaba toda la gamma de sentimientos tan fuertes (dignos de estar en el lienzo grandioso del “Infierno” del Dante) que las dominan en estos tiempos de espera?  ¿Quién mejor que ellas sabe que existe un virus – virus de alpinismo? Sinceramente hay que compadecer a los familiares de los alpinistas, porque este virus no tiene curación y, una vez que afecta los centros vitales de la víctima, se adueñará de la mente y del corazón de ésta.

La reacción de mis amigos no fue tan reservada:

– ¿A dónde, a dónde? – volvió a preguntar uno de ellos – cándido en asuntos geográficos. Yo consecutivamente le transmití la información sacada de los diccionarios. Durante mi plática sus ojos se redondeaban más y más.

– ¿Con quién vas?

– Voy solo.

         ¿So-o-olo?! – sus ojos se hicieron completamente redondos.

         La primera regla del alpinismo dice que uno nunca debe de ir solo a las montañas y es la primera regla que tú rompes!

– ¿Y si te desmayas? ¿Quién te ayudará?

– ¿Y si en la altura tu corazón se reventara? – entró a la platica otro amigo.

– Más que el corazón, me preocupa su estado mental, – con una ironía maliciosa comentó el tercer amigo. ¡Qué bien es tener amigos!

– ¿Y tu familia?! ¿Ya pensaste en tu familia?! O-o-o-h! ¿Qué será de  ella?! – no se calmaba el primero.

Bajando los hombros, agachando la cabeza, yo no sabía qué responder y me sentía deprimido. Pero no vencido!

 

Transcurrió el tiempo. Quedaron atrás los meses de preparación para la expedición.

 

Aquí empieza la detallada y verdadera exposición sobre mi expedición a la cumbre de América, realizada del 28 de noviembre a 21 de diciembre del 2007.

 

Día 1 (28 de noviembre).

 Este es el día de mi salida de México. El avión sale a las 21:00. A pesar de todas las medidas de precaución, para el ultimo día me quedaron todavía muchos detalles relacionados con el trabajo en La Universidad (revisiones, exámenes extemporáneos, actas) y con la expedición (compra de comida, baúles, candados para baúles, pilas). Por eso el descanso planeado (y merecido) antes de empezar un viaje tan largo no resultó. Resultó exactamente lo contrario. Todo el día pasó en tensiones y prisas, y los baúles yo los terminaba a empacar ya con el taxi esperándome.

– Sentémonos, – digo yo y Blanca (mi esposa), María (mi hija) y yo nos acomodamos en el sofá. Sentarse antes de un camino largo es una acostumbre antigua rusa: inmediatamente antes de salir de la casa toda la familia se sienta y pasa unos segundos en silencio. Durante estos segundos en la cabeza de cada uno rápidamente pasa una serie de detalles (¿apagamos la plancha?, ¿apagamos el gas?, ¿no olvidamos los boletos?, ¿la cámara fotográfica está en la mochila?, etc.). Estos segundos evitan que a la mitad del camino hacia el aeropuerto surjan conversaciones como esta:

– Plancha! No apagamos la plancha!!!

– Cómo que no apagamos la plancha?! Segura?!

– No. No estoy segura, pero creo que no la apagué. ¿O si la apagué? No recuerdo.

– ¿Qué hacemos? ¿Regresamos?

– No. Ya vamos. Creo que si la apagué.

El resto del camino hacia el aeropuerto pasa en los intentos de recordar si se apagó la plancha o no. Al final se llega a la conclusión: la plancha se apagó. Pero aún así queda una espinita pequeña que de vez en cuando durante el viaje pica el subconsciente: “Plancha”. ¿No les ha pasado algo parecido? A mí sí, una vez, cuando no nos sentamos antes de salir. Pasando estos segundos se dice: “Bien, vamos con Dios”, todos se levantan y salen.

       – Bien, vamos con Dios, – digo yo y empiezo a sacar los baúles.

       – ¿No se te olvidaron los picos? – me pregunta Blanca.

“Picos” mi esposa le dice a los crampones. Por ejemplo: “Qué hacen estos picos sobre la mesa?”, “No te vayas a cortar con tus picos”. Efectivamente, ayer saqué el filo a las puntas de los crampones, y ahora en vez de estar dentro del baúl los crampones están en, en...

– ¿Dónde están los crampones? – lanzo yo el grito lleno de desesperación (el taxi está esperando afuera, el avión no espera).

Afortunadamente los crampones se encuentran y nosotros nos sentamos en el taxi.

– No vayas a lastimar a alguien con los picos en el aeropuerto, – advierte Blanca.

La advertencia está fundamentada: los picos, he-e-e-e, crampones se ponen abajo de las  suelas de las botas y tienen cada uno 12 puntas filosas como la punta de una navaja (para mayor penetración al hielo o a la nieve comprimida) y por lo tanto requieren un cuidado especial durante el uso y transportación. Prometo tener cuidado para no lastimar a nadie y llegando al aeropuerto guardarlos en el baúl.

       Llegamos al aeropuerto. Entregamos los baúles. Me despido y paso a través del detector de metales. Apenas lo pasé, cuando empiezo a sentir frío en el estómago. “¿Será que me meto en una aventura imprudente? No debería yo, una persona razonable, padre de familia, estar en casa y no exponer al peligro mi vida, mi salud, el futuro de mi familia? ¿No debería yo regresar en este mismo instante?” – preguntaba yo a mí mismo. Pero, como siempre me pasa, la curiosidad ganó al sentido común.

      

 

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Día 2 (29 de noviembre).

 

       Mendoza me encuentra con un calor de 35º C (no olvidemos que estamos en el hemisferio sur y ahora aquí es el inicio del verano). Tomo un taxi que me lleva al hotel.

       – ¿Cómo está el tiempo en Mendoza? – pregunto yo al taxista por preguntar algo.

       – El tie-e-empo, ch-e-e, – se anima el taxista y en los próximos 15 minutos me hace el reporte detallado (demasiado detallado) del estado del tiempo en Mendoza durante los últimos 20 años (el tiempo que él vive aquí). Yo escucho con atención, pero pronto empiezo a lamentar que abrí esta “caja de Pandora” y después del tercer intento logro cambiar el tema.

El resto del viaje me informé sobre la vida en Mendoza. Casi todos  los árboles de la ciudad fueron plantados por el hombre, originalmente no había árboles debido a un clima árido y cálido. A lo largo de los caminos pasan las cunetas artificiales que dos veces a la semana transportan el agua hacia las raíces de los árboles. De 13:00 a 17:00 la vida en Mendoza se para – es la hora de la siesta. La gente come, descansa y duerme en sus casas. Durante este tiempo todos los negocios están cerrados, excepto los negocios relacionados con el turismo y con los turistas. Mendoza es conocida por la carne y vino de alta calidad. Sobre el vino no puedo decir nada, pues no me interesa este asunto. Pero quiero confirmar que la carne argentina es muy buena, la mejor que yo he comido hasta el momento. “Se corta con la lengua” – dicen en Mendoza, “Se corta con la lengua” – también digo yo. El platillo más famoso se llama bife de chorizo. Es algo serio. Más de medio kilo de carne. Este es mi tamaño favorito! Argentina tiene su propio regionalismo: a la gasolina le dicen nafta, a la playera – remera, al autobús – ómnibus, a la chamarra – campera, a la tlapalería – ferretería y a la ferretería ya no sé cómo le dicen. Una playera-remera con el tema de Aconcagua decido comprar de regreso, si logro subir.

– Para subir el Aconcagua hay que tener muchos cojones, – dice el taxista cuando se entera porqué yo estoy en Mendoza, – Suerte! Aquí está su hotel.

Después de instalarme en el hotel me dirijo a la Secretaría de Turismo para tramitar el permiso de ingreso al parque Aconcagua. El permiso me costó 130 dólares y media hora. Paso a la tienda para hacer las últimas compras: un encendedor, gasolina blanca (para la estufa), alcohol (para la higiene), agua. Me detengo en una tienda donde  venden chocolate – uno de mis puntos débiles. Decido salir de Mendoza la siguiente mañana a las 10:00 hrs. Compro boleto para el autobús-ómnibus y regreso al hotel para hacer la mochila.

Los baúles sirven únicamente para transportar el equipo en el avión: todo va adentro incluyendo la misma mochila bajo un candado. Llegando al hotel saco todo de los baúles y lo meto en la mochila. La mochila está lista. Me paro al frente y la veo. En un instante me entra la duda: ¿será posible separarla del piso? y ¿cargarla durante varias horas? Intento levantarla y ponerla en los hombros, pero después de hacerlo una vez decido proceder de otra manera que me parece más eficiente: me pongo en cuclillas con la espalda hacia la mochila que está parada en el piso. Meto los brazos en los tirantes y los acomodo en los hombros. Después lentamente me levanto junto con la mochila. Sí, definitivamente así es mejor.

Sin quitarme la mochila bajo a la recepción para entregar los baúles y algunas otras cosas que se van a quedar en el hotel mientras yo esté en la montaña. Encuentro al dueño del hotel y platico con él. El se llama Oscar, tiene cerca de 60 años, ojos atentos, movimientos rápidos. Oscar consigue una báscula de piso y juntos determinamos el peso de la mochila: 35 kg.

“La fuerza que nos jala adelante, es decir la fuerza que permite que caminemos, es la fuerza de fricción, – empiezo yo un ejercicio de física, – Por ejemplo, si estamos parados sobre un hielo mojado no podemos trasladarnos caminando, porque no hay fricción. La relación entre la fuerza de fricción  y la fuerza normal  que aplica el piso sobre nosotros  se expresa con la fórmula , donde  es un coeficiente de proporcionalidad entre  y . Este coeficiente se llama el coeficiente de fricción estática. Entonces, a mayor  corresponde mayor . O, hablando con otras palabras, cuando aumenta mi peso, también aumenta la fuerza que me jala adelante. Cuando aumenta la fuerza, según la segunda ley de Newton, aumenta mi aceleración. Significa que poniendo la mochila pesada me voy a mover más rápido! Además, mi agarre con la tierra aumenta! Así que conviene tener la mochila pesada.”

 

 

Día 3 (30 de noviembre).

 

       5 horas en el autobús en dirección a la frontera con Chile y nosotros (yo y mi mochila) bajamos en un lugar que se llama Paramillos de Horcones ( 2836 m). A 2 km de la carretera se encuentra el sitio de los guardaparques. Hasta allí se puede llegar en un coche, adelante – sólo caminando. Me registro, me entregan una bolsa para la basura. La pérdida de esta bolsa llevará una multa de 100 dólares.

       – ¿Cuántas mulas va a rentar? – me pregunta el guardaparque.

Resulta que aquí se acostumbra rentar mulas que cargarán la mochila hasta el campamento base – Plaza de Mulas (4365 m). Cuántos kilómetros son hasta Plaza de Mulas yo no sé, y tampoco me interesa saber. Lo que pasa es que las distancias en las montañas no se miden en kilómetros. No sirve para nada saber que hasta aquel cerro son, por ejemplo, dos kilómetros. Se puede tardar una hora para llegar allí, pero también se puede tardar dos días. Los alpinistas miden las distancias en horas. Hasta Plaza de Mulas aproximadamente son 12 horas, de regreso son 8 horas (esta información la encontré empíricamente, después de recorrer la ruta). Por cierto, en Argentina no dicen alpinista, sino andista. Se oye algo raro, pero si uno es amigo de la lógica formal, entonces no debe porqué sorprendernos. Sólo que aquí hay un detalle: siguiendo esta lógica, a la gente que sube las montañas en El Himalaya debemos llamar himalaista, quien sube montañas en Los Pirineos – pirineista. Es mas, los que suben El Aconcagua serían aconcagüista, los que suben El Izta – iztaista o iztista y los de El Nevado de Toluca – nevadodetoluquista. B-r-r-r-r.

       – No voy a rentar mulas. Yo mismo cargaré mi mochila, – respondo yo.

El guardaparque me observa algo sorprendido.

Decido hacerlo así porque quiero saber cómo se siente. Esto es por un lado. Por otro lado, pienso que debe de haber un límite para la ayuda externa. Si me cargan la mochila hasta Plaza de Mulas, entonces el siguiente paso es aceptar que me la cargan en el resto de la montaña. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Que me jale un guía? O ¿Que me carguen dos guías?

Por tercer, y último lado, cargar la mochila me ayudará para aclimatarme. Aclimatarse significa que el organismo paulatinamente se acostumbra a la altura, es decir a baja presión y falta de oxígeno en el aire. Una aclimatación incompleta provoca mal de la montaña, cuyos síntomas son: dolor de cabeza, insomnio, náuseas, pérdida de apetito, apatía, debilidad. Si estos síntomas están presentes, pero no se manifiestan fuertemente, entonces el ascenso debe suspenderse. En el caso de si estos síntomas no desaparecen y van en aumento, es indispensable descender. El no hacer esto lleva al edema pulmonar o al edema cerebral, y hasta un resultado más lamentable. Para una aclimatación plena se debe hacer lo siguiente:

1. no ascender demasiado rápido (500 m o menos por día),

2. beber suficiente agua,

3. trabajar. Es decir hacer porteos, caminar, hacer arreglos en el equipo, cocinar. En pocas palabras, hacer lo que sea, pero no estar acostado en la tienda de campaña. Mayor intensidad del trabajo significará mejor y más rápida aclimatación.

Empiezo a trabajar sobre el tercer punto – caminar con la mochila. El plan para hoy es llegar hasta Confluencia (3401 m) – un campamento intermedio a dos horas de camino.

Aconcagua ya se ve desde aquí, pero casi no lo miro, igual que los paisajes preciosos que me rodean, tampoco los observo. Para mí el alpinismo, antes de todo, es un trabajo que casi no deja lugar a cosas románticas, líricas y poéticas. Profunda satisfacción la siento no por observar la montaña y los paisajes, sino después de hacer bien mi trabajo: subir y bajar sin errores.

Así que me concentro únicamente en la piedra que piso. Lo hago automáticamente, sin pensar. Para no aburrirme, empiezo a reflexionar sobre las mulas (éstas transitaban constantemente en la ruta en ambas direcciones). ¿La mula resulta del cruce  de la yegua y el burro o de la burra y el caballo? Trato de imaginar las dos parejas. De pronto me llega el recuerdo de un libro leído hace años sobre la biografía de George Washington. Decía el libro, que un día el rey de España se enteró sobre el deseo de Washington de crear en su rancho mulas y le mandó dos burros-machos reproductores. Aquí está la respuesta: mula es el resultado del cruce de la yegua y el burro.

Llego a Confluencia. Como, descanso, subo un pequeño cerrito que está pegado al campo. Doy una vuelta por el campo y conozco un equipo de España. Marta, Uri y Gerard. Platicamos a gusto, compartimos nuestras experiencias y planes. Ellos mañana van a Plaza Francia (4250 m) – lugar situado al pie de la espectacular Pared Sur – y el mismo día regresan a Confluencia. Plaza Francia queda fuera de la ruta principal y salir allá sólo sirve para aclimatarse antes de llegar a Plaza de Mulas. Hace frío, pero no mucho (cerca de 0º C), por eso decido no poner la tienda de campaña y dormir en el sleeping a la intemperie.

El campo está lleno de voces en todos los idiomas. La gente platica, ríe y se acuesta poco a poco. Ya se calmaron todos y sólo cuatro daneses, mis vecinos, siguen discutiendo apasionadamente. Pero pronto ellos también se calman y sobre el campo se adueña la tranquilidad. Caen pequeños copos de nieve. El cielo se cubre de estrellas. Mi sleeping es confortable. ¿Existe una alcoba mejor?

 

Día 4 (1 de diciembre).

 

Me despierto, me levanto, me lavo la cara, desayuno, me preparo. Ya son las 7:00, sin embargo el campo está muerto. Cuando salgo del campo todavía nadie se levanta. Me espera un día pesado – 10 horas hasta Plaza de Mulas. Después de 20 minutos de camino encuentro un río torrencial de unos 4 metros de ancho. La corriente precipitada provoca un estampido fuerte. Este río se llama Río Horcones y yo necesito cruzarlo. ¿Pero cómo? Yo he leído en Internet sobre este río antes de salir al viaje, pero lo imaginaba como algo más pequeño y manso. Encuentro un indicador que dice “Puente. Bridge”. Miro alrededor, pero no veo ningún puente, tampoco no veo ningún bridge. Para ser sincero, me da miedo cruzarlo directamente. Decido buscar el puente o encontrar un lugar más cómodo para cruzar y primero voy río arriba, después río abajo. Sin resultado. Además, las piedras de la orilla están cubiertas con una delgada capa de hielo y yo varias veces me resbalo peligrosamente. No hay otra, debo cruzar directamente. Subo mi pantalón arriba de la rodilla y hago el primer paso. Agua helada se mete a las botas, el frío quema. Hago varios pasos más y ya me encuentro cerca de la mitad del río. El agua llega por arriba de la rodilla, la corriente tumba. Pierdo el equilibrio y en un momento siento que me voy a caer, pero todo resultó bien y yo ya estoy del otro lado. Exprimo los calcetines, escurro el agua de las botas y les quito las piedritas, sigo mi camino. El ruido del río disminuye paulatinamente y pronto sólo mis pies mojados me recuerdan la aventura.

Camino dos horas, descanso 10 minutos, camino dos horas descanso 10 minutos (no es bueno descansar más tiempo, pues el cuerpo empieza a relajarse y después es difícil empezar a caminar). Así pasan horas y horas. Parece que este camino no tiene fin. Qué pesada es esta mochila!

¿Qué es el alpinismo? Alpinismo es la mochila. Así es. Mi recuerdo más fuerte (con signo negativo) de la expedición es la mochila. El recuerdo más agradable es la comida. Yo soy de la idea que a una expedición hay que llevar bastante comida de todo tipo. (Así pienso cuando como, pero cuando cargo esta comida soy de la idea diametralmente opuesta). Quesos, salchichones, tocino (¿quién dijo que en la montaña no se debe de comer grasa?!), pescado salado, jamón, chocolate, dátiles, sopas instantáneas, como Maruchan, por ejemplo (este lo destaco, pues me encantó), dulces, pan, galletas, leche condensada, membrillo, salsas, budín. Sí, los alpinistas saben valorar la comida! Frecuentemente, cuando pido a uno de mis compañeros alpinistas describir el ascenso, escucho algo parecido a lo siguiente: “Nos levantamos a las 4:00. Calentamos el arroz y abrimos una lata con atún, comemos un poco de pan con leche condensada, tomamos café con chocolate. Salimos a las 5:30. A las 10:00 llegamos al refugio X. Comemos el queso con membrillo, tomamos café del termo. A las 12:00 estamos en la cima. Comemos un sándwich, unas barras de cereal, un poco de uvas pasas y ciruelas pasas. En el camino de regreso nos acabamos las uvas pasas y ciruelas pasas, pero el fulano Tal traía galletas, también las acabamos. Llegando al campo base comemos una sopa de fideos con salsa de tomate y tomamos té con limón. El budín lo dejamos para mañana”. No hay nada que decir, es una descripción detallada del ascenso.

Llego hasta Piedra Ibáñez (3803 m), aquí la pendiente cambia bruscamente (aumenta). Me siento abajo de la piedra y abro mi changarro: saco el tapete para sentarme, la estufa, el plato, como una Maruchan y siento que me falta. Saco una lata de salmón y puré de papa. No, todavía falta. Saco el pan y membrillo. Parece que ya. Ahora sigue té con chocolate. Termino con la tercera taza y con una mirada extremadamente pacífica y apacible observo las nubes. Descanso una hora y sigo mi camino. Todavía me faltan varias horas y 500 metros (verticales) para llegar a Plaza de Mulas (4365 m). En el camino encuentro dos mujeres de Estados Unidos. Ellas también van a Plaza de Mulas. Un tiempo caminamos juntos, platicamos.

Por fin! Plaza de Mulas! Cansado como una mula, hambriento como un lobo, pero orgulloso como el patricio romano y satisfecho como la tierra después de una lluvia abundante, hago los últimos pasos y entro al campamento. ¡Qué buen recorrido hice!  Lástima que en el alpinismo no hay espectadores.

Miro alrededor. Hay muchas tiendas de campaña, pero casi todas están vacías: compañías turísticas reservan los lugares, pero como es apenas el inicio de la temporada, casi no hay clientes. Hay Internet, ducha con agua caliente, bar, comedor, casino. Me registro con los guardaparques, ellos me entregan otra bolsa para ... , para ... he-e-e ... para masas fecales. La tengo que usar en los campamentos altos (en Plaza de Mulas hay baños estacionarios). Si la pierdo me multan (100 dólares). Me parece extraño, pues estas masas son biodegradables. Empiezo a pensar, qué me conviene más, pasar todas estas incomodidades con la bolsa o pagar 100 dólares? Decido quedarme con la primera opción. La verdad, tiene su ventaja, pues gracias al uso de estas bolsas el terreno (lo comprobé después) no está minado. Pregunto a los guardaparques que si por casualidad no deberían entregarme alguna botella para las masas urinarias. Qué bueno que los guardaparques tienen sentido del humor!

Instalo mi tienda de campaña, ceno, reviso mi equipo. Lástima que no hay nada que leer! Platico con mi vecino. Se llama Patrik, es de Alemania. Tiene mi edad, cerca de dos metros de altura, barba, cabello largo, una mirada tranquila, segura, alegre y una bota del tamaño 16 (USA) (!). También viaja solo. Habla español. Platicamos sobre el ascenso. De pronto me doy cuenta, que en ves de decir “yo”, “voy”, “subo”, “puedo” nosotros estamos diciendo “nosotros”, “vamos”, “subimos”, “podemos”.  Decidimos continuar el ascenso juntos. Que bueno! Quiero decir que la idea de viajar solo desde un principio no me encantaba.

A las 21:00 apagan el Sol y encienden el refrigerador. Es la hora de ir a la camita. Me meto en el sleeping y trato de dormir, por un tiempo no puedo hacerlo por el sonido fuerte de la cumbia argentina. Inmediatamente me siento como en casa. “Azu-u-u-ul. Cumbia-a-a!”

 

 

Día 5 (2 de diciembre).

 

Este día lo dedicamos por completo al descanso y a la preparación para el ascenso. Juntamos con Patrik la comida y todo el día pasamos tomando y comiendo. Visitamos el médico. El nos midió el pulso, presión y nivel de saturación del oxígeno (si alguien sabe qué significa esto último que me explique por favor) y dijo que todo está bien.

Desde Plaza de Mulas las primeras 4-5 horas del camino se ven bastante bien. Levantamos las cabezas y empezamos a estudiar la ruta. Lo que pasa que existe una regla en alpinismo – pasar por la ruta visualmente. Significa que antes de empezar a subir el alpinista debe visualmente estudiar la ruta: observarla con atención, notar los puntos de referencia, detectar los tramos con algún peligro potencial, en pocas palabras pasar por la ruta visualmente. Como comentario a esta regla, quiero decir que, pasar por la ruta visualmente es la parte más placentera en el alpinismo: te sientas cómodamente en el campamento o mejor te acuestas sobre el sleeping y empiezas a subir visualmente por la ruta. Tu respiración es regular, tu corazón funciona como un reloj, tus movimientos son ligeros y suaves, tus piernas trabajan rítmicamente, el viento no te molesta, la mochila no te estorba.

Más tarde decidimos tener un poco de vida social y salimos a la calle principal del campamento para pasear y platicar con la gente. Sopla viento, se siente incómodo. Y esto es aquí, en 4365 m. ¿Qué será allá, arriba? Encontramos varios equipos que acaban de bajar de los campamentos de altura y nos enteramos de que el día antepasado a la gente en Berlín (5800 m) se les congelaron los dedos de los pies y que el viento rompió tiendas de campaña “The North Face” en Nido de Cóndores (5350 m). Ya. Basta. Suficiente de vida social por hoy. Nada más saben como asustar a la gente. Bajo la impresión de lo escuchado regresamos a “casa”.

Cenamos y antes de dormir cantamos. Yo no se cantar en absoluto y resulta que Patrik canta peor que yo, así que nos divertimos bastante.

 

 

Día 6 (3 de diciembre).

 

       Como siempre nos levantamos tarde, pues Patrik niega levantarse antes de las 9:30 (la hora cuando el sol llega al campamento). Desayunamos y pasamos con el médico. Todo está bien.

Dejamos las cosas innecesarias y el exceso de comida en la tienda de Patrik. Su tienda se va a quedar en Plaza de Mulas. Vamos a dormir en mi tienda de campaña. Es una tienda “The North Face” grande para dos personas. Preparamos las mochilas y salimos. Son la 11:30, nosotros no tenemos prisa. Para hoy tenemos planeado un recorrido relativamente sencillo – hasta Plaza Canadá (4900 m).

Como nos lo demostró el futuro cercano, dejar el “exceso” de comida en Plaza de Mulas fue un error garrafal. Pero nosotros todavía no sospechamos nada y estamos llenos de entusiasmo.

En tres horas llegamos hasta Plaza Canadá. Instalamos la tienda de campaña. Todavía tenemos adelante todo el día y no hay nada que hacer, por eso decidimos para mejorar nuestra aclimatación subir un poco más. Es otra regla de alpinismo que ayuda a aclimatarse – subir alto, dormir bajo. Por ejemplo, si tú estás en una altura de 4000 m, es recomendable subir hasta 5000 m y después bajar hasta 4500 m para dormir. Es mejor que simplemente subir de 4000 m hasta 4500 m y dormir allí, porque si lo haces así el organismo empieza a protestar. Las protestas (dolor de cabeza, vómito u otros síntomas de mal de la montaña) aumentan en la noche. Pero si anteriormente tu organismo “probó” los 5000 m, después de esta experiencia los 4500 m le van a parecer como maná celestial. Esta regla únicamente funciona hasta unos 5000 – 5500 m. A mayor altura el organismo ya no puede acostumbrarse y la estancia en estas alturas sólo provoca desgaste gradual.

Es por esto que decidimos subir más. Rápido llegamos (las mochilas se quedaron en Plaza Canadá) hasta los 5250 m – casi hasta Nido de Cóndores (5350 m) y regresamos a “casa”. Mientras Patrik saca e instala la estufa yo camino hasta el glaciar que está a 10 minutos y regreso con 15 kg de hielo en la bolsa del sleeping. Pasamos como cuatro horas derritiendo el hielo para la cena y para el camino de mañana.

 

 

Día 7 (4 de diciembre).

 

       Toda la noche sopló un viento fuerte. Parecía que un gigante rabioso pegaba a nuestra tienda de campaña por todos lados con un costal lleno con algodón. Varias veces salí afuera para ir al baño. Es toda una aventura pues el frío crudo acompañado con un viento penetrante obligaban a vestirme por completo antes de salir. Pueden ustedes imaginar lo incómodo, por eso cuando me despertaba no me levantaba luego-luego y me quedaba un tiempo intentando convencer a mí mismo que no tengo ganas y de dormirme de nuevo. Después de media hora de autoengaño hacía lo que tenía que hacer, de paso disfrutaba el hermoso cielo nocturno.

A pesar de todos estos obstáculos, dormí bien y me desperté fresco y descansado. No sé porqué yo imaginaba que en la mañana el viento iba a bajar. Pero el viento no baja y sopla con la misma intensidad. Hasta que no salió el sol, nosotros no nos levantamos. Apenas sus primeros rayos tocan el techo de nuestra tienda, todo se pone mas alegre y nosotros empezamos a movernos. Tengo un ligero dolor en la nuca, pero éste se quita después de desayunar.

Recogemos todo y salimos a Nido de Cóndores (5350 m). El camino no es difícil, además ya es conocido, pues ayer pasamos por aquí. Tenemos con Patrik un ritmo diferente de caminar, por eso nos separamos, por supuesto, sin perdernos de vista. Yo no miro alrededor y me concentro únicamente en el pedazo de tierra donde voy a pisar. Mi movimiento es lento, pero constante. Trato de conservar el ritmo uniforme y cuidar la respiración. Se necesita mucha paciencia para poder aguantar este movimiento monótono durante varias horas y no desesperarse. Aguantar mas bien psicológicamente que físicamente. Para lograr esto hay un truco que quiero compartirles. Es muy sencillo – hay que evitar girar en la mente preguntas como estas: “¿Cuándo por fin voy a llegar? ¿Cuánto me falta? ¿Ya pasé la mitad o sólo dos quintos?” Son preguntas-parásitas y nada mas desgastan la mente. ¿Cómo poder evitar que estas preguntas se metan a la cabeza con la misma perseverancia que un borracho a la cantina? Aquí hay otro truco. Hay que limpiar la mente, es decir poner todos los pensamientos en cero, en otras palabras no hay que pensar en nada. Yo llamo este método “pensamiento cero”. Pero como no pensar absolutamente en nada en la práctica resulta casi imposible, lo que hago es contar los pasos. Por ejemplo, cuento hasta 400 y empiezo de nuevo.

En el camino encuentro dos hombres del País Vasco. Ellos ya hicieron dos intentos de la cima, pero sin éxito y ahora regresan. Posteriormente encuentro dos equipos más bajando: uno de Estados Unidos y otro de Suiza. Tampoco sin la cima. Todos se quejan del viento feroz y el frío. ¿Cómo recibirá La Montaña a nosotros?

El viento está disminuyendo y desaparece casi por completo cuando por fin  llego a Nido de Cóndores. Aprovecho este regalo de La Montaña y empiezo a instalar la tienda de campaña. Veo a Patrik caminando abajo a media hora del campamento. Por fin él se acerca y entre los dos terminamos de poner la tienda. Justo a tiempo, porque el viento decidió recuperarse y volvió a soplar con fuerza duplicada. Patrik se metió a la tienda y descansa, mientras yo doy una vuelta por el campamento. Encuentro un refugio medio destruido, una tabla de madera que dice “Nido de Cóndores. 5400 m”. Según la información que tengo debe ser 5350 m. Pero después pienso que es lo mismo y sigo mi camino. Veo una tienda-huerfanita y me acerco. Son dos hombres de Estados Unidos. Ayer hicieron el intento de la cima, pero sólo llegaron hasta Portezuelo de los Vientos (6300 m). Uno perdió sus guantes, por lo tanto no les queda otra que regresar. Sin guantes aquí no hay nada que hacer.

Regreso a “casa” acompañado por mis dos compañeros fieles e inseparables: Helada y Viento. Patrik propone hacer una salida de aclimatación a Berlín (5800 m). Yo estoy de acuerdo y me quedo afuera de la tienda esperando mientras Patrik se prepara. El tiempo se hecha a perder. El viento aumenta su fuerza, baja la neblina, empieza a caer la nieve (si el movimiento horizontal de la nieve se puede describir con la palabra “caer”). Tengo una chamarra de pluma puesta, pero no siento calor. Me volteo y veo un hombre recién llegado que intenta poner su tienda de campaña. Bajo estas condiciones, cuando la tienda quiere demostrar que también puede usarse como la vela de un barco, no es una tarea sencilla aún para varias personas, menos para una. Yo hago un paso para ir a ayudarle, pero me paro indeciso. Lo que pasa es que, como ya lo noté aquí, nadie ayuda a nadie, ni siquiera en detalles pequeños. Un tiempo me quedo reflexionando. Existe la opinión que en alpinismo la moral y la ética son especiales, diferentes de las de la vida cotidiana. Dicen, además, que en alturas muy elevadas éstas simplemente no existen. Finalmente el profundo sentido humano que tengo gana a mis dudas y yo con una decisión firme de que la moral y la ética no son conceptos relativos y funcionan en cualquier altura me dirijo al hombre. Sin decir nada empiezo a ayudarle. Trabajando juntos avanzamos más rápido. El hombre me dice algo, pero yo no logro distinguir qué (viento fuerte).

– Bu-bu-bu-bu, – me dice el hombre.

– Por nada, por nada, – sonrío yo modestamente.

Ya nos falta poco.

– Bu-bu-bu-bu, – otra vez empieza el hombre.

– Por nada, por nada. Tenemos que ayudar uno al otro, – comparto yo mi filosofía.

– Go away! – grita el hombre y el sonido de su voz a una velocidad de 1190 km/h pega a mis tímpanos. Yo veo al frente de mi cara una imagen rabiosa. “Dios santo! Es una mujer!” Efectivamente, es una mujer (cuando toda la cara está cubierta con pasamontañas, lentes y capucha confundirse es fácil). De la sorpresa hago un paso atrás, me tropiezo con una piedra y me caigo pegándome de una forma dolorosa en mi codo izquierdo.

– Existe mucha gente extraña, – hace Patrik una conclusión lacónica después de escuchar mi triste historia. Juntos la bautizamos Bruja de La Montaña (para los usos no oficiales simplemente BM).

Sin embargo, mis convicciones no cambiaron: cuando vea una persona necesitada le ayudaré.

Caminamos arriba, llegamos hasta una altura de 5740 m (según el altímetro que tiene Patrik en su reloj). Hasta Berlín (5800 m) falta poco, pero pensamos que fue suficiente y regresamos.

Casi llegando al campamento por mi cabeza como un rayo pasa una idea.

– Patrik, ¿qué vamos a hacer si La BM rompió nuestra tienda de campaña? – comparto yo mis preocupaciones.

– No-o-o. Ella nos preparó una rica cena, – me tranquiliza Patrik-optimista.

De pronto no muy lejos de nosotros de la neblina se materializa La BM y se dirige a nuestra dirección. Hablando del rey de Roma por la puerta asoma! Ella observa a Patrik, que camina adelante, con una mirada desolante. Patrik mira directamente adelante y chiflando un motivo alegre pasa ignorándola por completo. Ahora es mi turno. Yo me apoyo sobre una roca (para no caer de nuevo), bajo la vista y espero mientras ella pasa.

       Llegamos a “casa”, cenamos. Nos sentimos muy bien, no nos duele nada.

Patrik me enseña su reloj. Es una verdadera obra de arte, entre otras cosas tiene altímetro y termómetro. No les voy a decir la marca para no hacer la promoción de la compañía, pero empieza con “Tis” y termina con “sot”. Después de la cena Patrik lo saca a intemperie.

– 25 bajo cero! – me informa Patrik sobre el resultado de la medición.

“Considerando el viento serán 50 bajo cero”, – pienso yo.

Mi apetito lobuno me empieza a preocupar. Por un lado, esto está muy bien, pues significa que mi organismo se adapta bien para la altura y tiene buena condición. Pero por otro lado, satisfacer mi apetito (que para esta altura de 5400 m no se puede considerar como normal) significará que toda la comida, programada para 4 días, se va a acabar en 1. Está de más explicar qué significa esto. Después de nuestra cena ligera me lleno hasta la garganta con té caliente y dulce para matar el hambre. De todas maneras después de meterme en el sleeping y cerrar los ojos no puedo concentrarme en el sueño y sacar de mi mente la imagen de unos huevos fritos con jamón y queso. A-a-a, y también del tocino frito con cebolla hasta un color dorado con un trozo de pan.

 

 

 

Día 8 (5 de diciembre).

 

En la noche el viento no se calma, al contrario, aumenta su intensidad. Parece que aquí es normal. Nos levantamos junto con el sol, desayunamos. Recogemos nuestro campamento y empezamos a subir a Berlín (5800 m). La mochila me jala hacia abajo, yo la jalo hacia arriba. Nada nuevo.

Llegamos a Berlín, ponemos nuestra tienda de campaña, trajimos una bolsa del sleeping con nieve-hielo y empezamos a derretirla.

– ¿Dónde está la cerveza? En Berlín siempre hay cerveza! – juega con palabras Patrik.

       Vamos a ver lo que dice sobre Berlín el folleto de una compañía de viajes:

“Hacia los 5800 metros se encuentra el grupo de refugios "Libertad", "Plantamura" y "Berlín", en un lugar verdaderamente atractivo y de magnífica vista panorámica. De estos tres refugios están habilitados solamente los dos primeros; al tercero le falta el

techo y parte de su estructura.

 

Los refugios deberán ser utilizados como comedor común y como vivaque de emergencia. En plena temporada estival estos refugios sirven principalmente como punto de referencia, ya que el número de personas que acceden al lugar colman, en mucho, la capacidad habitacional de estas modestas y pequeñas construcciones.

Este lugar se utiliza habitualmente para campamento, pero los vientos frecuentes producen un marcado efecto de "venturi" haciendo penosa la estadía”.

 

       Decidimos que mañana vamos hacer el intento de la cima.

       – Mañana o nunca! – dice Patrik animado.

 

 

Día 9 (6 de diciembre).

 

Nos levantamos a las 5:30, tomamos té con una barra de cereal. No hay nada más que comer. Todavía tenemos dos bolsas de sopa instantánea, pero las dejamos como una reserva intocable. También tenemos dos barras energéticas, las vamos a comer en el camino.

Patrik me convence que estas superbarras hacen milagros:

– Levantan hasta un muerto.

Pronto la experiencia demostrará que ni siquiera a un medio muerto pueden levantar.

Salimos a las 7:00. Yo cargo únicamente una pequeña mochila de ataque con la cámara fotográfica y termos con té. Apenas salimos del campamento, el viento se fortalece significativamente. Aconcagua no quiere recibirnos cariñosamente.

Llegamos al medio destruido refugio Independencia (6250 m). Yo tengo mucha hambre, siento un hueco en el estómago, pues ya pasaron como cuatro horas desde que nosotros salimos de Berlín. Decido que es el momento justo de probar la superbarra de Patrik. La devoro y empiezo a esperar el efecto. El efecto llega muy pronto: el estómago excitado por la barra empieza a exigir la comida con una insistencia triplicada. “A lo mejor es una barra de acción retardada”, – intento engañarme a mi mismo. Mientras pasa todo esto, nosotros dejamos atrás el refugio Independencia, ascendemos por una corta pendiente y salimos al Portezuelo de los Vientos. Pensábamos que en la naturaleza ya no existe un viento más fuerte que el viento que nos acompañaba desde Berlín. Existe! En Portezuelo de los Vientos! Es difícil respirar, pues el viento rompe la respiración. Este viento es muy material, muy elástico, se puede tocarlo, se puede apoyarse, casi se puede acostarse sobre él. Ahora entiendo porqué muchos alpinistas llegan hasta aquí y vuelven atrás. A la mitad de Portezuelo de los Vientos se encuentra una roca solitaria de 3 metros de alto y de 4 metros de ancho. Llego hasta esta roca que me protege del viento y espero a Patrik. Pronto llega Patrik y me ataranta. Resulta que él quiere regresar.

       – No, Patrik! Por favor, no me hagas esto! Ya estamos cerca, nos falta quizás una hora más, – convenzo yo a Patrik y a mí mismo.

       Seguimos adelante. Termina Portezuelo de los Vientos. El viento disminuye significativamente y ya no fastidia. Llegamos a la entrada de Canaleta. Canaleta es el último tramo de la ruta que lleva directamente a la cima. Muchos dicen que La Canaleta es la clave de todo el ascenso. Yo apoyo esta opinión. El terreno aquí es muy inestable, se necesita mucho esfuerzo para avanzar. Y esto es al final del ascenso y a una altura de casi 7000 m!

Tomamos té y empezamos a subir por La Canaleta. Me paro después de cada tres pasos para restablecer la respiración y voltear para ver cómo sigue Patrik. Me siento muy débil, tengo mucha hambre, el cuerpo no me responde. Esto parece una pesadilla, como cuando te quiere atrapar un monstruo. Tu cerebro funciona eficientemente y tú quieres correr, pero de pronto descubres que lo haces demasiado lento. Parece que tus piernas son de plomo o que están sumergidas en melaza.

Ya llegamos a la mitad de La Canaleta, ya se puede ver la cima. Yo calculo una altura aproximadamente de 6800 m. Son 14:00, estamos caminando siete horas. Desde abajo escucho la voz de Patrik, me grita que tenemos que regresar. Regresar?! Jamás! Yo hago cinco pasos más y de pronto claramente entiendo: no va a resultar nada. El asunto es muy sencillo – tenemos que regresar.

Alcanzo a Patrik y empezamos a bajar juntos. No hablamos, pues no hay nada que decir. Llegamos a Berlín, recogemos nuestras cosas y seguimos abajo hasta llegar a Plaza de Mulas (4365 m). En todo este día no encontramos ni una sola persona, ni durante la subida, ni durante la bajada. Son las 20:00. Ponemos la tienda de campaña y decidimos premiar nuestro esfuerzo de trece horas con una cena en el comedor del campamento. Susana, una joven y simpática mujer, nos avisa que el comedor ya está cerrado, pero finalmente se compadece de nosotros y nos sirve la cena. Nos acomodamos en la mesa dentro de una tienda de campaña grande, comemos y platicamos con Susana que nos acompaña. Yo me siento deprimido, pero trato de no mostrarlo.

– ¿Qué hacemos ahora, Patrik?

– Yo tengo que regresar a casa. ¿Y tú?

¿Yo? Yo estoy harto de la montaña, estoy cansado de frío, de viento, de incomodidades. Estoy decepcionado del alpinismo, me parecen tontos e inútiles sus ideales.

       – ¿Sabes qué? Me quedo. Voy a intentar una vez más, – respondo yo.

 

 

Día 10 (7 de diciembre).

 

       Me despierto temprano. El campamento todavía está dormido. Me siento bien descansado. Tomo una toalla y me dirijo a un arroyo pequeño que pasa a un lado del campamento. Aquí todo está cubierto con nieve y hielo, el paisaje se ve fantástico. Este arroyo corre, crece, se fortalece y finalmente se convierte en el río Horcones que yo he conocido en el cuarto día de mi expedición. Mas tarde sus aguas moverán las piedras, romperán los puentes, asustarán a los valientes que querrán cruzarlas. Pero, mientras es un niño que acaba de aprender a caminar. Bueno, yo llegué aquí no para filosofar, sino con un fin totalmente práctico. Bañarme. Me desvisto y quedo con el torso desnudo y el pantalón remangado hasta la rodilla. Empiezo con los pies. Bajo al agua primero el pie derecho, después el izquierdo para remojarlos. Rápidamente enjabono los dos pies, los enjuago en el agua, los seco y los meto en las botas. Siguen los brazos, el cuello y los hombros. Abro las piernas y me inclino sobre el arroyo. Con la palma de la mano derecha saco el agua y la tiro sobre el hombro y brazo izquierdo. Uf-f-f. El agua está helada, quema. Pequeños chorritos de agua corren por el pecho y la espalda. Paso la mano con el agua que queda en ella por el cuello. Repito lo mismo tres o cuatro veces. Ahora hago lo mismo y lavo el lado derecho del cuerpo. Me seco concienzudamente y froto el pecho con la toalla hasta que éste toma un color rojo intenso. Me visto rápido y corro a mi tienda de campaña, me meto en el sleeping y trato de calentarme. Los primeros diez minutos mis dientes castañean como los zapatos de una bailarina de flamenco pero después un calor agradable se expande por todo el cuerpo. Me siento limpio y fresco. La enjuagada y el desayuno que vino posteriormente subieron mi ánimo. El ataque de hipocondría que yo he tenido desde la noche de ayer terminó. 

Después del desayuno acompaño a Patrik hasta la salida del campamento. Se fue mi amigo. Otra vez me quedo solo.

Reviso mi equipo. Todo está en orden. Ahora tengo suficiente comida y no me preocupo por eso. Es que hace cuatro días, antes de salir con Patrik de Plaza de Mulas, dejamos aquí la mayor parte de la comida. En la tarde paso a cenar al comedor del campamento. Mañana salgo a Plaza Canadá (4900 m).

 

 

Día 11 (8 de diciembre).

 

Me levanto tarde. No tengo ninguna prisa, pues el plan para hoy es llegar hasta Plaza Canadá y dormir allí. En dos horas y media alcanzo este campamento y sigo la rutina diaria: tienda de campaña, estufa, derretir hielo, etc. En el campamento encuentro tres mexicanos: Roberto del DF, Guadalupe y Miguel de Puebla. Son guías de montaña. Me dio mucho gusto platicar con ellos, recordamos muchas cosas de México. Roberto,  Guadalupe y Miguel llevan dos clientes de Estados Unidos: dos hombres, uno de 65 años, otro de 64. Los dos están muy vivos, ya hicieron la salida de aclimatación a Berlín (5800 m), cargan las mochilas pesadas y no se quejan de nada. Ellos tenían más clientes: cuatro hombres del DF, pero éstos solo llegaron hasta Plaza de Mulas (4365 m) y regresaron.

 

 

 

Día 12 (9 de diciembre).

 

       Me despierto y siento que algo no está normal. Al principio no logro entender qué. Algo cambió en la naturaleza. Viento. No hay viento. En absoluto. El viento que me acompañaba desde que yo salí del autobús en Paramillos de Horcones desapareció por completo. ¿Qué significaría esta actitud extraña del Aconcagua?

       Sin salir de la tienda de campaña empiezo a derretir el hielo. Preparo el desayuno. El desayuno de hoy consiste en una bolsa de sopa instantánea, pan, jamón, galletas, membrillo, té con azúcar. La sopa instantánea es una comida muy cómoda durante los viajes en general y durante la estancia en las montañas en particular. La parte superior de la bolsa se corta y por allí se vierte el agua hirviendo. Después se espera unos cinco minutos y listo. Es una comida caliente, líquida, nutritiva y sabrosa. Acabo con todo y empiezo a leer el texto en la bolsa de sopa. Normalmente no acostumbro hacerlo. Pero no tengo ni libro, ni revista y para satisfacer mi necesidad de leer leo todo lo que encuentro. Ya terminé de leer el instructivo de la estufa, el instructivo para lavar la tienda de campaña y empecé a leer la información que viene en los empaques de la comida. En la bolsa de la sopa está escrito que el contenido es para dos personas.  No-o-o. Esto debe ser una errata, yo creo que el contenido apenas alcanza para una persona.

Cierro mi changarro y me dirijo a Nido de Cóndores (5350 m). A la mitad  del camino me encuentro a Marta – la compañera que conocí en Confluencia. Me da mucho gusto verla de nuevo. Marta se ve feliz y llena de energía.

– Ayer estuve en la cima.

– Felicidades!!!

Siento profunda y sincera satisfacción porque Marta logró cumplir su objetivo.

– ¿Y dónde están Gerard y Uri? – pregunto yo porque veo que Marta camina sola.

– Están en Berlín. Van a la cima mañana.

– ¿Significa que tú sola fuiste a la cima?

– No. Fue con dos alpinistas de Argentina. ¿Cómo te fue a ti?

– Hicimos un intento hace tres días. Pero sólo llegamos hasta la mitad de Canaleta.

– ¿De dónde empezaron?

– Desde Berlín.

Marta me da un consejo que después me sirve mucho:

– En La Canaleta asciende por la derecha.

Nos despedimos, deseamos suerte uno a otro y seguimos nuestros caminos, Marta – abajo, yo – arriba.

Camino y pienso sobre nuestro primer intento con Patrik. Creo que nosotros no subimos porque teníamos hambre. En general antes de atacar la cima comíamos muy poco: una bolsa de sopa instantánea, un chocolate y una barra para los dos al día. En la mañana del día del ataque no desayunamos nada, sólo tomamos té con azúcar. Durante todo el camino yo tenía un hambre tremenda, no me dolía ni la cabeza, ni el estómago, simplemente quería comer. De 7:00 a 14:00 (cuando dimos la vuelta) sin comida y con trabajo intenso. Esto fue un error. Estoy acostumbrado a los ascensos de 1-3 días en el Nevado de Toluca, Izta, Pico de Orizaba cuando durante todo un día no como y no pasa nada. Además, ni hambre da, pues el organismo todavía no alcanza a adaptarse a la altura. En las expediciones de varias semanas, como la mía, hay que comer.

Todos estos días antes del primer intento yo he tenido muy buen apetito. Por un lado debido a una aclimatación completa, por otro lado, debido a los frecuentes cuentos que hacia Patrik sobre la comida.

– Cuando regresemos a Mendoza vamos al restaurante Facundo. Allá vamos a pedir bife de chorizo con pimienta y con papas. Es la mejor carne en Mendoza. Se desase en la boca. Se corta con la lengua. Te sirven un pedazo muy grande.

En este momento Patrik empieza a acompañar su plática con los gestos y me muestra el tamaño del bife. Con esto, en cada siguiente demostración el tamaño del bife aumentaba gradualmente.

– S-i-i-i. Así de grande!

Las palmas de Patrik separan una distancia de treinta centímetros. Sus ojos se redondean.

       – Después de Facundo vamos a Florencia. Allí sirven unos lomos a la pimienta. M-m-m-m!

Los ojos de Patrik casi se cierran, sólo quedan dos ranuritas estrechas. Luego seguía la descripción del tamaño, sabor y olor del lomo.

Yo escucho fascinado. Mi boca está ligeramente abierta, mi mirada es sin movimiento. Estoy atento a cada palabra, cada gesto. Está claro que después de estas pláticas media bolsa de sopa al día no me parecía suficiente.

Creo que hicimos bien con bajar. La otra opción era descansar, seguir un poco, descansar de nuevo y quizá tarde o temprano llegaríamos a la cima. Pero esto no sería la solución. Primero, someter nuestros organismos desgastados a un esfuerzo grande todavía durante varias horas a una altura de casi 7000 m podría provocar... yo no sé exactamente qué, pero sería algo nada bueno. El segundo punto era el tiempo. La costumbre en alpinismo es salir a la cima muy temprano para aprovechar la primera mitad del día. En la segunda mitad del día el estado del tiempo normalmente se empeora, el viento aumenta, baja la neblina, la visibilidad disminuye. Bajar en estas condiciones lleva muchos riesgos. Lo ideal sería estar en la cima antes de la 13:00. Nosotros estábamos a las 14:00 todavía a varias horas (considerando nuestro estado) de la cima.

Hace algunos años tomé un curso de alpinismo. Una vez, nuestro instructor Rubén García nos hizo la pregunta:

       – ¿Qué es lo más importante en el alpinismo?

       Se escucharon las respuestas:

       – Piernas!

       – Resistencia!

       – Ca-be-za, – nos enseñaba Rubén.

Esto es muy cierto. Un alpinista debe saber juzgar sensatamente las condiciones del tiempo, su propio estado físico y el de sus compañeros. Yo no conozco otro deporte, donde la mala planeación o un error pueden provocar tantas consecuencias fatales como en el alpinismo. Sí, hicimos correcto con bajar.

       Llego a Nido de Cóndores (5350 m), pongo mi tienda de campaña en el mismo lugar que antes. Decido hacer el intento de la cima mañana desde aquí. Esto significa dos horas más de camino, pero es mejor pasar la noche aquí que en Berlín (5800 m). Hay más tiendas de campaña que en mi primera estancia aquí. Las cuento, son seis. Mis vecinos son dos suecos. Empezamos a platicar, pero la conversación no resulta y yo voy a dormir.

“Mañana o nunca!”, – aparecen en mi mente las palabras de Patrik.

 

 

Día 13 (10 de diciembre).

 

El viento que empezó a aumentar desde la tarde, en la noche se convirtió en una tormenta. La tienda de campaña de mis vecinos, los suecos, no aguanta la presión y cae varias veces, ellos tienen que salir para reponerla. Los tirantes de mi tienda de campaña (14 en total) están atorados con unas rocas grandes de 20-30 kilogramos cada una. Estas rocas no se van a mover con ningún viento, por eso mi tienda se mantiene firme. Ayer pasé más de una hora instalando la tienda, pero ahora no tengo necesidad de salir afuera, al frío y oscuridad para hacer arreglos. Sin embargo, con cada ráfaga del viento mi corazón se oprime, siento que los tirantes no van a aguantar y se romperán. Los tirantes no se rompen, pero la espera que esto pase es insoportable. Que se rompan por fin! Es mejor que pasar toda la noche esperándolo.

Es mi peor noche. El estampido de la tormenta no para ni un segundo. El frío es terrible. Tanto frío no he sentido nunca antes en la montaña, ni en esta, ni en ninguna otra. Toda la noche la pasé con los ojos abiertos y en los intentos de calentarme. ¿Por qué todos piensan que el infierno es ardiente? Les aseguro que el infierno es frío, muy frío.

Muchos pensamientos pasan por mi cabeza durante esta noche larga. ¿Qué yo estoy haciendo aquí? Que me diga alguien, ¿Qué yo estoy haciendo aquí? ¿Qué trato de comprobar, qué intento demostrar, a quién? Esperanza, carácter, voluntad, perseverancia, paciencia, superación personal, ideales, pureza y nobleza del alpinismo. Tonterías! Ton-te-rí-as. Son palabras vacías, no valen nada. ¿Cómo yo no entendía esto antes? Es tan sencillo! Por fin se me abrieron los ojos, me doy pena yo mismo por ser tan estúpido todo este tiempo. Bueno, mejor comprenderlo tarde que nunca.

A mí no me queda ninguna duda que mañana hay que bajar, regresar a casa y olvidar este ridículo alpinismo para el resto de mi vida.

 

 

Día 14 (11 de diciembre).

 

       Llegó un nuevo día. Siempre llega un día nuevo! Salió el sol. Siempre sale el sol. Yo me asomo afuera. La tormenta terminó. Qué bonita vista! Regreso a la tienda, desayuno, otra vez me asomo afuera. No, de verdad, qué bonito se ve el mundo!

De seis tiendas de campaña veo sólo una. Las demás se fueron abajo, para recuperarse después de la tormenta. ¿De quién será esta tienda? Me acerco, pero no hay nadie adentro. Regreso a “casa” y en el camino encuentro a Gerard y Uri.

– Gerard! Uri! ¿Cómo están? ¿Qué les ha pasado? ¿Fueron a la cima? ­– les doy una lluvia de preguntas.

– No. Nosotros dormimos en Berlín, pero no fuimos a la cima. En la noche nos pegó una tormenta.

– Sí. A mí también me tocó aquí.

Resulta que la tienda de campaña es de ellos.

– ¿Y dónde durmieron ustedes en Berlín?

– En el refugio.

Sí, les tocó duro. Aguantar la tormenta en Berlín! En este refugio! Me cuentan que sintieron que los va a llevar el viento junto con el refugio. Sí, la tormenta les ha dado una mala pasada. No quieren hacer más intentos y deciden regresar. Me dejan la comida que les queda, yo les ayudo a recoger el campamento y otra vez me quedo solo. (Unos días después, en Plaza de Mulas me enteré, que Gerard y Uri hicieron otro intento de la cima. Ya no sé si la lograron o no.)

       Mas tarde desde Plaza Canadá (4900 m) llegan varios equipos. Unos tienen la salida de aclimatación, otros van mañana a Berlín (5800 m), los terceros quieren mañana intentar la cima.

       Yo regreso a mi tienda de campaña y descanso. Mañana será un día difícil. Tengo planeado ir a la cima desde aquí, desde Nido de Cóndores (5350 m).

¿Qué? ¿Qué quería regresar? ¿Qué quería ir a casa? ¿Yo? No recuerdo este hecho de mi biografía.

“Mañana o nunca!”

 

 

Día 15 (12 de diciembre).

 

Me despierto a las 4:30. Desayuno con una sopa instantánea, galletas, té dulce.  Después de escuchar a mí mismo, acabo todavía una tableta de chocolate. Me visto lento y  recogidamente, pongo toda la armadura.

Mi vida tropezó con la cima del Aconcagua, sin posibilidad de vadearla, ni regresar. El camino de mi vida sólo puede seguir después de pasar por esta cumbre. Todo el campo ancho de mi vida se convirtió en un camino, en un sendero, en una línea. Después, de nuevo, mi vida será ancha, pero ahora es una línea, un cable y yo como un equilibrista debo pasar por este cable hacia mi futuro. Un río que corre por un valle debe pasar por la turbina de una estación eléctrica, y después – córrele de nuevo entre las orillas verdes.

Salgo de Nido a las 5:30. Todavía está oscuro, por eso uso mi linterna. Como siempre sopla el viento, pero para mí ya es normal. Paso Berlín y sin detenerme sigo adelante. Ya salió el sol, pero sus rayos todavía no llegan a este lado de la montaña. Uso el esquema del 75x3. Esto significa que cuento 75 pasos (el número está escogido arbitrariamente entre los números de 50 a 100), me paro, hago tres respiraciones profundas y pausadas, y sigo. Cada 75 pasos los considero como un logro, cada 3 respiraciones – como un premio. Así, un problema grande lo divido en muchos problemas pequeños y fáciles de resolver. Igual que en la vida cotidiana.

Llego a Independencia (6250 m) y me doy un descanso de diez minutos, como tres barritas de membrillo. No puedo estar sin movimiento mas tiempo – empiezo a congelarme. Llego al inicio de Portezuelo de los Vientos y cambio el esquema 75x3 por el esquema ?x 8 para llegar a una roca grande que me protege del viento. Una hora más y yo estoy en la entrada a La Canaleta. Todo está igual como hace una semana, cuando pasamos aquí con Patrik. Sí, todo igual, excepto que ahora en mi mochila hay un budín. Devoro el budín, termino el té del termo y sigo mi camino. El budín y el té llenan mi corazón con la seguridad de que todo estará bien.

Canaleta es la parte más difícil y más peligrosa de todo el ascenso. El terreno aquí es muy inestable, las piedras que piso tienden a deslizarse hacia abajo. Esto es peligroso, pues puedo perder el equilibrio y caer, lastimando una pierna o un brazo. El rescate en esta altura significaría el enorme esfuerzo de un equipo de profesionales durante varios días. Esto es en el caso si alguien se enterara sobre el accidente. Lo último lo veo poco probable, pues el día de hoy no he visto ni una sola persona. En el rescate no va a participar ningún helicóptero, porque los helicópteros sólo llegan hasta una altura de 4500 – 5500 m. En las alturas mayores que ésta la densidad del aire es demasiada baja como para sustentar un helicóptero.

Llego a la parte superior de La Canaleta y empiezo a hacer un travers a la izquierda. La pendiente aquí es mínima, pero aparece otra dificultad – hielo. No tengo crampones, por eso camino muy lento y con mucha precaución. Por fin el travers termina y sólo me falta una pendiente muy empinada de unos 10 metros de altura. Ya puedo ver la cima, puedo contar los pasos que me faltan. Quizás faltan 40 – 50 pasos. Ahora, aún si de pronto me diera un ataque fuerte de mal de la montaña o me pasara alguna otra cosa desagradable, llegaré a la cima: a gatas, pecho a tierra, ayudándome con los dientes. Pero yo me siento bien: siento fuerza en las piernas, no tengo náuseas, el pulso no es demasiado alto, la respiración es pausada; hasta el zumbido en los oídos, que frecuentemente aparece en la altura, tampoco lo tengo.

De pronto, la línea de la cúpula rocosa trazada por el cielo azul, que hasta el momento siempre me llamaba desde la altura, empezó a bajar con cada paso. Después, atrás de esta línea se abrió a mi vista el horizonte montañoso. Unos pasos más y me paro. De aquí todos los caminos van hacia abajo. Esto es la cima.

Tomo una piedra como recuerdo y la meto en mi mochila. ¿Qué haré con esta piedra? La llevo a mi casa, o a la oficina, o la regalo a alguien, o posiblemente algún día la tiro a la basura. No sé. Pero esta piedra jamás regresará a la cima del Aconcagua.

Curioso pero, el viento que estuvo acompañándome durante todo el ascenso desapareció con mi llegada a la cima.

En la cima me encuentro con Damián – un alpinista de Argentina que conocí hace una semana en Plaza de Mulas. Compartimos juntos la felicidad de haber logrado la cima, tomamos fotos, quedamos un tiempo en silencio disfrutando el paisaje. Damián me enseña los nombres de las montañas que nos rodean. Todas éstas tienen una altura mayor a 5000 m, pero se ven desde aquí como unos pequeños cerritos.

11 de diciembre del 2007. 12:40 pm. Tengo 36 años. Estoy parado sobre la cima del Aconcagua. A partir de este momento ya no seré igual. Nunca más existirá el yo que no ha subido el Aconcagua. A partir de este momento el mundo no será igual. Nunca más va a existir el mundo en el cual yo no he subido el Aconcagua. Yo estoy parado sobre la cima del Aconcagua.

Regresaré a casa, me esperan la rutina diaria, el trabajo, el tráfico, preocupaciones cotidianas de la vida. Voy a alcanzar algunos éxitos, experimentar algunos fracasos. Quizás en unas ocasiones la gente me verá como una persona gentil, bondadosa, amistosa y responsable, en otras les pareceré pedante, grosero y prepotente.  No sé qué pasará conmigo en el futuro, cómo será mi destino, qué sorpresas buenas o malas me está preparando la vida. Sólo sé que hay una cosa que jamás cambiará: yo estoy parado sobre la cima del Aconcagua.

 

 

 

México, 2008.                       A. Reshetkov.

 

 

Después de la entrega de este manuscrito a la redacción, me llegó la buena noticia de Argentina: Patrik hizo una nueva expedición al Aconcagua que resultó exitosa. El 11 de febrero del 2008 a las 16:30 Patrik Leyendecker alcanzó la cima del Aconcagua.

 


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