Viernes 04 de octubre de 1957...
Desde una ubicación ultrasecreta, en
los remotos confines del Asia Central, la entonces Unión Soviética
lleva a cabo una oscura pero trascendental maniobra la cual, una vez
revelada públicamente, captura la primera plana a ocho columnas de
todos los principales diarios en los cinco continentes.
La noticia, además de impactar a la
opinión pública mundial, sacudiría conciencias, exacerbaría los
sentimientos de paranoia en muchos mandatarios, así como en
personalidades de alto nivel, y haría rodar cabezas. Habría de
modificar el balance global de los principales actores geopolíticos y
estimularía poderosamente la imaginación de incontables visionarios.
Crearía un novedoso nicho de mercado y daría pie al nacimiento de muy
numerosas vías de desarrollo tecnológico. Pero, lo más importante, el
suceso en cuestión terminaría por introducir un cambio sumamente
radical a nuestra civilización. Después ya nada sería igual en el
devenir cotidiano de la Humanidad.
Desde los albores del siglo XX, los
trabajos teóricos de Konstantin E. Tsiolkovsky en Rusia, Herman J.
Oberth en Alemania y Robert H. Goddard en los Estados Unidos de
Norteamérica establecieron la posibilidad de colocar objetos en órbita
alrededor de la Tierra. A estos objetos se les denominó satélites
artificiales para distinguirlos de los satélites naturales, tales como
nuestra Luna.
Los significativos avances
tecnológicos en materia de aviación, cohetes, combustibles, materiales,
electrónica, sistemas de control y automatización, comunicaciones e
informática derivados del esfuerzo bélico durante la Segunda Guerra
Mundial permitieron disponer de los elementos necesarios para poner en
práctica las teorías antes mencionadas. Destaca muy particularmente el
proyectil balístico V-2 desarrollado por el equipo alemán
dirigido por Wehrner Von Braun. El abundante financiamiento otorgado
por el gobierno del Tercer Reich a efecto de lograr un arma capaz de
modificar el curso de la guerra no redundó en una victoria alemana pero
sí en una extraordinaria hazaña tecnológica que pudo ser eventualmente
aprovechada tanto por los norteamericanos como por los soviéticos. La
captura de estos científicos alemanes en abril y mayo de 1945
constituyó un auténtico botín de guerra.
Empero, el rabioso nacionalismo
norteamericano y el recelo en contra de los alemanes durante los años
de la posguerra en los Estados Unidos relegaron a Von Braun y su equipo
a un rol más bien pasivo pues sólo se le estuvo aprovechando para la
transferencia de tecnología pero se le impedía participar activamente
en los trabajos de desarrollo. De tal forma, hacia 1946 surgieron
numerosos proyectos auspiciados tanto por la industria privada como por
los diversos órganos de las fuerzas armadas norteamericanas tendientes
a desarrollar misiles balísticos intercontinentales -ahora conocidos
por sus siglas ICBM. La prioridad obvia era perfeccionar las
armas de destrucción masiva y no el lanzamiento de satélites. Pero dado
que las bombas nucleares de aquel entonces pesaban varias toneladas, no
existía ninguna posibilidad todavía para desarrollar un vehículo
lanzador con las especificaciones requeridas.
Entre tanto, algo semejante sucedía
en la Unión Soviética. Con base en la experiencia y los conocimientos
de Helmut Groettrup, el otrora asistente de Von Braun, se llevaron a
cabo investigaciones para el desarrollo de proyectiles balísticos. Todo
esto culminó con el diseño del prototipo R-3 a cargo de Sergei
Korolev. Esta versión de cohete también contaba con la capacidad para
colocar en órbita satélites ligeros pero no así bombas atómicas por lo
cual el gobierno de José Stalin ordenó detener su desarrollo.
Así que, para 1949, ambas potencias
abandonaron la posibilidad de llegar al espacio. Lo irónico de todo
esto radica en la noción que la Humanidad ya tenía a la mano la
posibilidad de lanzar satélites artificiales desde finales de la década
de los cuarentas. Fue la falta de visión de quienes toman las
decisiones estratégicas la causante de diez años de retraso.
Para el año de 1952, tanto los
Estados Unidos como la Unión Soviética ya hubieron asimilado totalmente
e, incluso, mejorado la tecnología alemana básica subyacente al
proyectil V-2. Por consiguiente, cada cual se abocó a la tarea de perseguir sus desarrollos propios.
Apoyado por el ejército de los Estados Unidos, Von Braun diseñó la familia Redstone de cohetes. En la Unión Soviética surgió el cohete R-5
con la capacidad para transportar una bomba convencional (no nuclear)
pero cargada con material radiológico convirtiéndola en una horrenda
arma de las denominadas "sucias". Posteriormente, con el decremento de
tamaño y masa de las armas atómicas debido a los experimentos nucleares
en la década de los cincuentas, en Estados Unidos se desarrolló la
familia Atlas de cohetes, mientras que los Soviéticos implantaron la familia R-7.
Ambos vehículos lanzadores ya contaban con la capacidad suborbital; es
decir, podían hacer entrega de una ojiva con un par de toneladas de
masa a una distancia de aproximadamente ocho mil kilómetros.
Cabe señalar que todos los
desarrollos arriba mencionados probaron ser sumamente robustos y
confiables. Baste decir que con un cohete del tipo R-7
especialmente adaptado la Unión Soviética lanzó la primera misión
orbital tripulada de la historia con Yuri A. Gagarin en su nave Vostok
el 12 de abril de 1961. El 05 de mayo de 1961, los Estados Unidos
respondieron lanzando a Alan B. Sheppard a un vuelo suborbital en una
cápsula Mercurio con la ayuda de un cohete Redstone. Así mismo, para la primera misión orbital tripulada norteamericana con John H. Glenn a bordo de otra cápsula Mercurio el 20 de febrero de 1962, se empleó un cohete Atlas
similar a los almacenados en los silos del Comando Estratégico en
espera de ser lanzados para destruir a la Unión Soviética con un ataque
nuclear masivo durante la década de los sesentas.
Ya para 1955, con la Guerra Fría en su punto más álgido, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos determinó que los avances en materia de proyectiles terminarían por convertir al avión espía
U-2, así como a su sucesor el SR-71 Blackbird,
en maquinaria inútil. Resultaría más conveniente el lanzamiento de
satélites para llevar a cabo las labores de reconocimiento y de
inteligencia militar desde el espacio. Pero, la ignorancia en cuanto a
un dato preciso referente a "dónde termina el espacio aéreo de un país
y comienza el espacio exterior", así como las implicaciones legales
asociadas, mantuvieron en espera la decisión ejecutiva por parte de la
administración del presidente Dwight D. Eisenhower. Hubieron de
transcurrir muchos años más para que en el año de 1987 la Federación
Astronáutica Internacional (FAI por sus siglas en francés)
definiera formalmente una altura de cien kilómetros sobre la superficie
terrestre, en la llamada línea de Von Karman, como aquella que permite establecer la distinción entre aeronáutica y astronáutica.
Independientemente de las
consideraciones anteriores, los Estados Unidos de Norteamérica estaban
perdiendo un tiempo precioso no obstante ya contar con los adelantos
tecnológicos necesarios para colocar satélites en órbita. En 1956 el
equipo de Wehrner Von Braun propuso el Proyecto Orbitador. Éste consistía en un esquema con base en el cohete Redstone,
aprovechando equipo ya existente y probado. Claramente era la opción
más económica y con el menor riesgo. El 20 de septiembre de 1956 se
hizo el primer lanzamiento de la serie Júpiter-C de cohetes Redstone.
Fue exitoso al grado que podría haber entrado en órbita, excepto que el
Pentágono giró órdenes estrictas para sustituir una masa inerte en
lugar de la cuarta etapa activa. Otras pruebas posteriores fueron igual
de exitosas pero todas ellas limitadas en su alcance de manera
intencional por las altas autoridades de ese país.
Con la proximidad del Año Geofísico
Internacional, a celebrarse entre julio de 1957 y diciembre de 1958, el
gobierno norteamericano hubo designado a un comité científico desde el
26 de mayo de 1955. Las personalidades quienes lo integraban, en
abierto desprecio al origen alemán de Von Braun, manifestaron una obvia
preferencia hacia la propuesta presentada por la Marina con su sistema Vanguard
de cohete y satélite, totalmente novedosos pero que aún no habían sido
probados. En este sentido, la miopía y las ideas nacionalistas extremas
por parte de los dirigentes terminarían constándole muy caro a los
Estados Unidos.
Mientras tanto, el proyecto Vanguard
continuaba entrampado. Los costos, estimados originalmente en doce
millones de dólares, ya rebasaban los cien millones y todavía no se
veía claro hasta dónde llegaría y si acaso funcionaría. Su cancelación
era inminente. Curiosamente, la CIA transfería fondos de manera
encubierta desde los programas militares hacia el programa "civil" de
Von Braun a quien ya se le había prohibido expresamente poner satélites
en órbita, no obstante ser perfectamente capaz de lograr dicho cometido
en pocas semanas y a un costo de cinco millones de dólares. Aún cuando
los Estados Unidos no consideraban de importancia vital el ser los
primeros en el espacio, la CIA pronosticaba una inmensa ventaja
propagandística en favor del ganador de esta carrera. La historia
demuestra que se quedaron muy cortos con su predicción.
El Año Geofísico Internacional (IGY
por sus siglas en inglés), anunciado para 1957-1958, fue un grandioso
esfuerzo en favor de la Ciencia. Prácticamente no se sabía nada acerca
de la región ubicada por encima de la atmósfera, de manera que la
posibilidad de lanzar satélites para conducir estudios del ambiente
espacial era la forma idónea de asegurar avances muy significativos en
el conocimiento. Felizmente, el IGY tendría lugar dentro del mismo lapso de tiempo durante el cual se esperaban ya los primeros lanzamientos de los proyectiles ICBM.
En la Unión Soviética los
primeros estudios formales referentes a la puesta en órbita de
satélites comenzaron el 26 de mayo de 1954, exactamente un año antes
que en los Estados Unidos. En esa fecha el grupo perteneciente a la
oficina a cargo de Sergei Korolev liderado por Mikhail Tikhonravov y el
joven ingeniero Konstantin Feoktistov, se dio a la tarea de investigar
las distintas opciones para aprovechar el cohete R-7, ya
existente y capaz de colocar hasta 1500 kilogramos en órbita. No
obstante, las esferas directivas de la Unión Soviética deseaban
asegurar que el programa satelital no interfiriera con la actividad
relativa al desarrollo de proyectiles balísticos para aplicación
militar. Por ende, se estudiaron diversas opciones.
El concepto original ideado por el equipo soviético se centraba en torno al satélite científico designado como ISZ.
Se trataba de un aparato con 1327 kilogramos de masa y dotado con
numerosos experimentos. Con el propósito de contar con las
instalaciones adecuadas para lanzarlo a bordo de un vehículo R-7,
se aprobó la construcción del enorme cosmódromo de Baikonur en la
región de Kazakhstan, sita en el Asia Central a 200 kilómetros al
oriente del Mar de Aral, así como de la red de estaciones terrenas para
el seguimiento de la misión. Durante el año de 1956 la construcción de
estas instalaciones prosiguió a un ritmo febril e implicando gastos
billonarios.
Eventualmente, la dirigencia se percató que el ISZ no estaría listo a tiempo para su lanzamiento dentro del IGY
ni para celebrar el centésimo aniversario del natalicio de Konstantin
E. Tsiolkovsky el 17 de septiembre de 1957. Por ello, Korolev decidió
cambiar el enfoque hacia el diseño de satélites muy simples y con una
agenda sumamente ágil. Así, en febrero de 1957 se aprobó el plan para
la producción del Sputnik 1 y del Sputnik 2. A su vez, el ISZ sería eventualmente lanzado con éxito el 15 de mayo de 1958 como el Sputnik 3.
La palabra Sputnik (del ruso "???????-1"
- compañero de viaje) se adoptó para designar a toda la primera serie
de satélites artificiales puesta en órbita por la Unión Soviética
durante los primeros años de la Era Espacial. Posteriormente le siguió
la serie Cosmos.
Específicamente, el Sputnik 1
tenía la forma de una esfera de aluminio pulido de dos milímetros de
espesor, con 58.5 centímetros de diámetro y 83.6 kilogramos de masa. A
través de su superficie surgían cuatro antenas de tipo látigo con
longitudes de 2.4 a 2.9 metros, colocadas sobre el "ecuador" de la
esfera y orientadas en un ángulo de 35 grados con respecto al plano
tangente. Esta forma esférica con cuatro antenas habría de convertirse
en un verdadero símbolo icónico de la Era Espacial, merecedora de un
reconocimiento inmediato por parte de cualquier persona, incluso hasta
nuestros días.
En el interior del Sputnik 1
se alojaban dos transmisores de radio; uno sintonizado a la frecuencia
de 20.005 megahertz y el otro a la frecuencia de 40.002 megahertz,
emitiendo ráfagas periódicas y alternadas cada tres décimas de segundo.
De tal suerte, cualquier estación receptora o de radioaficionado podría
captar el clásico "beep - beep" para darle seguimiento y
confirmar su puesta en órbita. En su propagación, estas mismas señales
radiales aportarían información sobre la densidad de electrones libres
y la estructura de la ionosfera. En estos beeps viajaba
codificada la información referente a la temperatura y la presión en el
interior para indicar si el satélite resultaba perforado por un
micrometeorito.
Así las cosas, mientras los norteamericanos seguían batallando con su Vanguard, los soviéticos sacaron el primer R-7
a la plataforma el 05 de mayo de 1957 y lo lanzaron diez días después.
Mantuvo vuelo durante 98 segundos hasta que se destruyó. La segunda y
tercera pruebas también fallaron. Pero, finalmente, el 21 de agosto de
1957, el cuarto prototipo de R-7 realizó un vuelo completo, sin
problemas. Cinco días más tarde, el 26 de agosto de 1957, la agencia de
prensa soviética TASS informó al mundo sobre este evento. Todo estaba
listo, pero ni así reaccionaron los norteamericanos siendo que
fácilmente podían haber ganado la primicia.
Siendo exactamente las 19 horas con
28 minutos y 34 segundos de la hora universal UTC (22 horas con 28
minutos y 34 segundos, tiempo de Moscú; 13 horas con 28 minutos y 34
segundos, tiempo del centro de México) del viernes 04 de octubre de
1957, los cinco motores del cohete R-7 fueron encendidos. Con
sus 398 toneladas de fuerza impulsora, el cohete ascendió suavemente
describiendo un arco en el firmamento y llevando al Sputnik 1
al espacio. Aún cuando se presentaron algunos inconvenientes menores
durante la maniobra de inserción orbital, todo prosiguió adecuadamente
de manera que, para el instante T + 324.5 segundos, el Sputnik 1
quedó ubicado en una órbita a 65.1 grados de inclinación con respecto
al plano ecuatorial, perigeo de 215 kilómetros, apogeo de 939
kilómetros y período de 96.2 minutos.
La Era Espacial había comenzado...
Muy prudentemente, Korolev esperó a que el Sputnik 1completara
una órbita antes de informar al premier Nikita Krushchev. Inmenso fue
el júbilo en la Unión Soviética. El sábado 05 de octubre, el mundo
amaneció con la gran noticia. Por doquier fue profundo el asombro,
excepto en los Estados Unidos. Ahí todo fue tristeza, decepción,
frustración, rabia e, incluso, pánico. Si los rusos podían poner un
satélite en el espacio, al rato pondrían bombas atómicas para
arrojarlas sobre nuestras cabezas cuando así lo deseen.
Pero, peor todavía, puesto que
a la injuria le fue añadido el insulto. El 03 de noviembre de 1957, a
escaso un mes del éxito del Sputnik 1, fue lanzado el Sputnik 2 con sus 508 kilogramos de masa y la perrita Laika
a bordo haciéndola el primer ser viviente en ingresar al espacio y a
las filas de la historia. De tal suerte, motivados por la
desesperación, los norteamericanos ensamblaron un presuroso intento
para lanzar el Vanguard para el día 06 de diciembre de 1957.
Llegado el fatídico día, estaban las
cámaras de televisión transmitiendo en vivo y en cadena nacional la
imagen del cohete sobre la plataforma de lanzamiento. Encienden los
motores, el cohete comienza a ascender y a los pocos metros de altura,
pierde potencia y se precipita de regreso a tierra cayendo de nuevo
sobre la base y explotando en una espectacular bola de fuego. Todo el
mundo fue testigo de la horrible pifia. La moral de los Estados Unidos,
un país supuestamente al frente de la Unión Soviética en materia de
cohetes y misiles, estaba por los suelos.
De inmediato comenzó la búsqueda de
culpables. El senador Lyndon B. Johnson inició de inmediato una
investigación para determinar la razón por la cual se mantuvo a Von
Braun al margen. Tras muchos despidos, renuncias, pérdidas de rango y
demás consecuencias, se autorizó que su grupo realizara el lanzamiento
correspondiente.
A las 03 horas con 48 minutos, tiempo
universal UTC, del 01 de febrero de 1958 (22 horas con 48 minutos,
tiempo del este, del 31 de enero), un cohete Redstone Júpiter-C especialmente adaptado puso en órbita al satélite Explorer 1,
cuya masa era de 13.9703 kilogramos, en una órbita con inclinación de
33.24 grados, perigeo de 358 kilómetros, apogeo de 2550 kilómetros y
período de 114.8 minutos. La contribución de este satélite al IGY
fue sumamente valiosa porque permitió deducir la existencia de los
cinturones de radiación de Van Allen (en honor de James Van Allen,
físico de la Universidad de Iowa quien sugirió dotar a los satélites de
un contador Geiger) y cambiar para siempre nuestra romántica visión del
espacio como un "sitio tranquilo".
Tras una falla adicional del Vanguard
el 05 de febrero de 1958, se pudo lanzar exitosamente a un satélite de
esta serie el 17 de marzo del mismo año. Esta vez se pasaron de bien
hechos porque con la órbita a un perigeo de 654 kilómetros y un apogeo
de 3969 kilómetros el efecto de arrastre aerodinámico por parte de las
capas atmosféricas superiores es casi despreciable. Prácticamente todos
los satélites de la serie Sputnik duraron aproximadamente un
año en órbita antes de que ésta decayera gradualmente y precipitara al
objeto de regreso a la Tierra. En cambio, el Vanguard aún sigue
en órbita (aunque inactivo) y continuará así otros 240 años. Al 28 de
junio de 2007 había completado aproximadamente 193 mil revoluciones en
torno a nuestro planeta.
Por su parte, el senador Johnson, ya
como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, continuó con la
promesa hecha por el presidente John F. Kennedy al Congreso de ese país
el 25 de mayo de 1961, tras haber perdido la carrera (otra vez) para
poner al primer hombre en el espacio.
Con el apoyo incondicional que le
fuera brindado por el presidente Johnson, el equipo de Von Braun
revirtió la ventaja soviética y puso al primer hombre en la Luna el 20
de julio de 1969.
Otras consecuencias derivadas de la crisis desatada por el lanzamiento del Sputnik 1 en los Estados Unidos de Norteamérica se manifestaron en la forma de acciones como:
· Al segundo día de la misión del Sputnik 1, los expertos en computación y en astronomía de la Universidad de Illinois en Urbana aplicaron el supercomputador ILLIAC
al cálculo exacto de la órbita. Con ello se desmintió el rumor de que
este satélite era parte de una conspiración soviética para dominar al
mundo.
· El 29 de julio de 1958, el presidente Eisenhower firmó el National Aeronautics and Space Act con base en el cual se creo la NASA y se puso en marcha el proyecto Mercurio de misiones espaciales tripuladas.
· Creación de la agencia DARPA del Departamento de la Defensa de los Estados Unidos para proyectos avanzados.
· Aumento muy notable de los montos para financiamiento de los programas de investigación científica.
· Puesta en marcha el programa de los misiles Polaris basados en la flota norteamericana de submarinos.
· La decisión por parte del presidente Kennedy para desplegar 1000 misiles Minuteman
y cerrar así la supuesta brecha estratégica con la Unión Soviética. Fue
una reacción excesiva porque, en realidad, no existía tal ventaja
soviética.
Con el lanzamiento del Sputnik 1
aquel viernes 04 de octubre de 1957, hace exactamente 50 años, la
Comunidad Humana dio el primer paso para convertirse en una auténtica Raza Cósmica.
Pero las motivaciones entonces fueron de índole nacionalista y
tendiente a demostrar la superioridad de determinado esquema político e
ideológico o, bien, buscar métodos más efectivos para hacer la guerra y
romperle la cabeza al vecino.
Lo cierto es que el programa
espacial, con sus enormes complejidades y costos, no es una empresa al
alcance de países individuales pues ninguna economía nacional la
soportaría. Por ello, a pesar de su impresionante éxito, los Estados
Unidos decidieron suspender las misiones lunares en 1972. Almacenaron
los cohetes de la serie Saturno diseñados por Von Braun y a él lo empujaron al retiro y al olvido.
Para que seamos capaces de llegar al
espacio se requiere de un genuino esfuerzo por parte de la Humanidad en
su conjunto global. Solo así, unidos y despojándonos de nuestras
limitaciones absurdas podremos dar el segundo paso hacia el Universo
que está ahí, esperándonos, y que Dios ha puesto para nosotros.
Este texto fue adaptado y compilado con base en las referencias listadas a continuación:
[ASTRO]: Encyclopedia Astronautica / Wade, M. (2007); “Sputnik Plus 50”;
http://www.astronautix.com/articles/splus50.htm
[BAIKO]: Wikipedia, the free encyclopedia (2007); “Baikonur Cosmodrome”
http://en.wikipedia.org/wiki/Baikonur_Cosmodrome
[IGYEAR]: Wikipedia, the free encyclopedia (2007); “International Geophysical Year”;
http://en.wikipedia.org/wiki/International_Geophysical_Year
[LAFLR]: Lafleur, C. (2006); “Spacecrafts launched in 1957”; Claude Lafleur’s Spacecraft Encyclopedia;
Science Presse; http://claudelafleur.qc.ca/Spacecrafts-1957.html
[R-7SMR]: Wikipedia, the free encyclopedia (2007); “R–7 Semyorka;
http://en.wikipedia.org/wiki/R-7_Semyorka
[SPU–1]: Wikipedia, the free encyclopedia (2007); “Sputnik 1”;
http://en.wikipedia.org/wiki/Sputnik_1
[SPUCR]: Wikipedia, the free encyclopedia (2007); “Sputnik crisis”;
http://en.wikipedia.org/wiki/Sputnik_crisis