La producción energética del Sol es inmensa al grado de ser casi imposible de comprender. Incluso, la pequeñísima porción de toda esa energía solar, que termina incidiendo sobre la Tierra después de dispersarse al atravesar el espacio vacío, todavía rebasa por varios órdenes de magnitud la producción energética total de la humanidad. Por ello se ha hablado mucho en torno a la posibilidad de aprovechar al Sol como una fuente de energía inagotable. Ante la crisis energética, que ya se avecina debido al inminente agotamiento de los hidrocarburos, esta insistencia adquiere tono de mayor urgencia.

Lo anterior ha llevado a muchas personas a realizar predicciones demasiado optimistas con relación a las posibilidades reales de aprovechamiento de este recurso. Así, por ejemplo, hay quienes suponen que, si se recubren las azoteas de las casas, comercios e industrias con paneles fotovoltaicos para la generación directa de electricidad a partir del Sol, sería posible satisfacer la demanda eléctrica total, para así adquirir total independencia de las compañías suministradoras y "ya no tener que seguir pagando las cuentas de la luz".

Empero, es importante destacar que la realidad no es tan feliz pues, como suele decirse coloquialmente: Dios nos regaló el Sol pero no nos enseñó a aprovecharlo. El propósito de esta serie de artículos consiste en aportar varios criterios tendientes a cuantificar de manera realista las verdaderas posibilidades en lo concerniente a la utilización de la energía solar para la generación de electricidad.

Distante de nosotros aproximadamente 150 millones de kilómetros, nuestro Sol es la estrella más cercana. En la escala cósmica de distancias, esta separación es infinitesimal pues, en comparación, Proxima Centauri, la siguiente estrella más cercana está ubicada 268 329 veces más lejos^[PROX]. Pero la importancia del Sol no está en su cercanía sino, más bien, en que al calor y la luz provenientes de esta estrella debemos la evolución del Sistema Solar y de la Tierra, así como nuestra propia existencia.

Con 1 392 000 kilómetros, el diámetro del Sol equivale a 109.123 veces el diámetro terrestre y su masa, igual a 332 982 veces la masa terrestre, representa el 99.866% de toda la materia contenida en el Sistema Solar. No obstante, a pesar de su enorme tamaño relativo a la Tierra –nuestro planeta cabría 1 303 781 veces dentro del Sol –, en cuanto a la escala estelar el Sol es una estrella cuyas dimensiones la sitúan dentro del rango de mediano a pequeño.

En la clasificación espectral desarrollada por la Universidad de Harvard, se tipifica al Sol como una estrella de clase espectral G2 (color amarillo). Tanto de las observaciones como de las consideraciones teóricas, se establece una temperatura superficial de 5 780 kelvin (5 507 grados Celsius), valor que representa casi el doble de la temperatura del metal con el más elevado punto de fusión en la Tierra. Dado que pertenece a la llamada secuencia principal en los mapas de evolución estelar, se estima que su edad aproximada es de 4 570 millones de años y se proyecta que su duración se prolongará otros cinco mil millones de años más. Es decir, no hay motivo de preocupación pues seguiremos teniendo Sol para un buen rato...

Conforme a lo ilustrado en la figura anexa, la estructura interna del Sol consiste en varias capas concéntricas. La capa que usualmente podemos ver y que exhibe lo fulgurante del Sol en todo su esplendor es la fotosfera. Para poder apreciar las otras capas, todavía más externas, como la cromosfera y la corona se precisa ocultar el intenso brillo de la fotosfera, tal como sucede durante un eclipse solar total.

Pero la capa de mayor importancia es la más interna de todas; el núcleo solar, pues es precisamente dentro de dicha región donde en todo momento están en marcha los procesos responsables de generar la inmensa energía producida por esta estrella. En el interior del núcleo solar, que concentra casi el 40% de su masa total y cuya temperatura es de casi 15.7 millones de kelvin, se lleva a cabo una reacción sostenida de fusión nuclear (como una gigantesca bomba de hidrógeno detonando continuamente). Progresando a un ritmo constante, 600 millones de toneladas de hidrógeno se transforman en helio en cada segundo.

De esa enorme cantidad de materia en constante transformación, aproximadamente 4.26 millones de toneladas desaparecen cada segundo – no resultan en el subproducto helio – sino que, conforme a la ecuación E = mc², se convierten a energía. Recurriendo a la aritmética, así como al manejo de los exponentes y las unidades de medida, se obtiene la magnitud de la Luminosidad Solar, término empleado para designar el ritmo de producción energética en el Sol:

Tal como se afirma al principio de esta entrega, para quienes están versados en la materia se trata de una cantidad enorme; para cualquier otra persona esta cifra resulta sencillamente incomprensible. Lo cierto es que se trata de un número muy grandote.